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Dulces de panadería.

Dulces de panadería.

Corría un frío otoño y al entrar en la hermosa panadería por el portalón grande que daba a la calleja de la calle Real todo era  una sala calentita con un gigante horno de leña que los mozos con pantalón blanco y batín a juego avivaban y medían la temperatura, con una especie de reloj grande que marcaba los grados.
 Primero cocían el pan y mientras tanto mi madre con nosotros, su recua de hijos, sacaba las latas o moldes de los baños de barro y cerámica, donde ya estaba hecha   la masa  traída de casa, para hacer las magdalenas perrunillas y mantecados y así tener dulces para un par de meses y que duraran hasta navidad.
 El agradable olor a masa de pan calentita cociéndose en el horno y Lorenzo el panadero metiendo la masa de pan blandita, con una pala de madera en el gran gigante de fuego. Mientras tanto el mozo ayudante en un depósito, como una enorme olla de acero inoxidable, removía la masa de pan pesada y con un utensilio de madera le daba vueltas y más vueltas removiéndola con sus fuertes brazos.
 Nos aposentamos en unas largas mesas de madera, blanqueadas por  restos de harina. Soltamos la masa espesa de las perrunillas encima y le íbamos dando forma, amasándola con la mano y después con una brocha de pastelero y yema de huevo batida las pintábamos, era todo un divertimento.
Que gozada ponerse a hacer dulces sin los abrigos y poder estar en mangas de camisa y con delantalitos a cuadro. Luego echar la masa de las magdalenas en los moldes de papel blanco con una cuchara y llenarnos el dedo índice de masa para vaciar bien la cuchara y de paso relamernos el dedo, que era como un adelanto del festín que vendría después.
En medio del proceso cantábamos y reíamos, hacíamos figuritas con la masa de los mantecados con moldes en forma de estrella, media luna o de corazón.
 Se nos hacía la mañana muy corta, no teníamos prisa, nunca había prisas.

Maribel Fernández Cabañas








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