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La gente.


La gente.

¿Qué hace la gente un día de cada día en el paseo marítimo?
Los viejos ir en pareja cotilleando de sus conocidos y con ropa de calle, gorra y bastón.
Dos casados haciendo chistes machistas de sus mujeres mientras van, a duras penas, haciendo footing. Aunque, eso si, bien equipados con ropa deportiva de marca.
Un grupo de extranjeros pasan andando con sus maletines de empresa hablando en francés y no los entiendo, aunque estudié este idioma en el bachillerato. Van con traje de chaqueta con pantalón o falda según corresponda, parece que acaban de salir de una reunión y la van comentando. Por sus caras, no muy conformes.
Los que son turistas y acompañados de sus hijos, se hacen fotos y juegan en la pirámide que hay en la arena.
Me llegan los primeros olores a comida, olor a cebolla frita y a paella de marisco de los
chirringuitos-restaurantes que dentro de un rato acogerán a muchos comensales en este lugar privilegiado, para hacer un alto en su trabajo de oficina de la gran urbe.

Maribel


Mi espacio.

Me gusta mucho estar en mi mesa de comedor, pero eso no siempre es posible, porque mi familia quiere ver la tele. Ahora sí, porque estoy sola.
En la mesa del salón tengo todo: mi bolso con lo que significa para mí… pues tengo mi libretita y mi boli azul, la cartera con el dinerito y los documentos, las llaves del piso y del coche. Tengo las tres gafas : de cerca de lejos y de sol y ¡ como no! el móvil, por si me llaman mi marido y mi hijo o por si los tengo que llamar.
Sí en la mesa del salón tengo mi gran libreta… desde donde escribo ahora. También la radio, que me permite oír lo que quiero, música y no lo que se oye, los gritos de los niños de la guardería que están en el parque chillando o los ruidos de los coches de la calle Selva de Mar.
A veces me traslado, con todo lo que tengo en mi mesa, a un parque y estoy la mar de bien o mientras voy en el metro, porque en estos sitios se me amplia el horizonte,  veo gente y me gusta mucho observar como gesticulan, sonríen, bostezan o hablan por el móvil.
Pero claro, será que mi mesa sólo la tengo a ratos, que el día que puedo no me separo  de ella.

Maribel Fernández cabañas.

Gafas.




Gafas.
Tengo buena estatura , de jovencita jugué a baloncesto y también a vóley. Era del grupo de las más altas y para encontrar zapatos de mi número me las veía y me las deseaba. De piel blanca, ojos y pelo negros.
Rebosante sonrisa, pocas veces tengo la boca apretada porque me gusta sonreir con los que me rodean.
 Me muevo al son de la música, aunque ya no me gusta la discotequera como en tiempos atrás.
Siempre he llevado gafas, en la edad del pavo no me las quitaba ni para dormir, porque las amigas me decían que estaba más guapa con ellas.
 Ahora me veo normalita de todas formas, y me las quito a menudo,sobretodo, para ver de cerca . Curiosa la vida, ahora que ya no soy jovencita  veo mejor sin gafas.

Maribel Fernández Cabañas.

Vista panorámica.




Vista panorámica.

Subimos en coche hacia la montaña que mira tanto al puerto como a la ciudad. Paseamos por los jardines respirando la fragancia de las lilas y jazmines ya primaverales.
Nos paramos en un restaurante: en el mirador de los viejos estudios de televisión de Miramar. Degustamos unos exquisitos calamares a la romana y unas sabrosas anchoas de la Escala, con pan con tomate y aceite puro de oliva virgen, acompañamos la comida con un vino blanco, suave y fresco al paladar.
Después un café negro arábiga que sabía a gloria. De ahí nos pusimos a hacer fotos a lo que la vista y el zoom nos daba.
Vimos los barcos de crucero, abajo en el puerto y por la otra falda de la montaña a la ciudad desplegarse en un sin fin de edificios apretados que nos impedían distinguir las calles. Entre ellos destacaba la interminable Sagrada familia y algo mas bajita se divisaba  la vieja catedral.
Al alzar la vista al horizonte divisamos la impresionante montaña de Collserola con el templo del Tibidabo y la antena de telefónica como lo mas alto de Barcelona.

Maribel Fernández Cabañas

La merienda.


Merienda.
Voy paseando con el cochecito de mi hijo recién nacido, tapado con la capota para que no le de el sol. Llevo a mi otro hijo de dos años andando a mi lado a paso lento y placentero, lleva un gorrito de algodón beige. Vamos andando por el puente que cruza el lago y la brisa marina acaricia mi pelo pues el mar esta aquí cerquita. Voy sin prisas ya que he terminado mi jornada laboral y mis padres nos esperan en su casa para merendar y luego volveremos todos al parque del lago donde mi hijo mayor jugará en los columpios con otros niños y niñas, yo charlaré con mis padres de nuestras cosas.
Ellos todavía son jóvenes y nos comprendemos bien, a mi padre se le cae la baba cuando me ve llegar con los niños y mi madre se pone a preparar un exquisito batido de frutas, leche y galletas y lo hace con la sonrisa tierna. Mi madre, cuando nos oye llamar a la puerta viene enseguida, oigo sus pasos rápidos y  que va diciendo contenta ¿ quien ha venido? Ya voy, ya voy…abre la puerta y exclama: ¡que bien sois mis nietos cuanto os quiero!, alegre y  abriendoles los brazos.
Maribel Fernández Cabañas.

Aportaciones.



Aportaciones.

Os pido aportaciones de remedios cotidianos y ejemplos de autocontrol me las podéis poner en los comentarios.



Ejemplo1.

 Un remedio para controlar la mala leche y no contagiársela a los otros y es cambiar el pensamiento y olvidarse de lo que te ha puesto en ese estado y pasar  página, concentrándote en que no va a servir de nada echar más tierra encima, haciendo el conflicto cotidiano más grande.
Darse una ducha o ir a dar un paseo o limpiar un poquito con música, que con el reposo de nuestra mente luego las cosas se ven de una manera más positiva.
Sobretodo cuando ves que enfadándote mas no vas a conseguir nada, sólo romper la paz del hogar o del grupo de trabajo o de los que están a tu alrededor. Aunque ellos estén implicados… ya le dirás lo que le tengas que decir cuando hayas conseguido rebajar tu mala leche.


Maribel Fernández Cabañas.