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Despertar.



Despertar 1.

Salgo de la más pesada oscuridad de los sueños donde un camarero me decía que le debía una moneda de cinco céntimos y yo por más que buscaba en mi monedero no encontraba y era un agobio. Estaba en un lugar desconocido entre una mujer entrada en años que se paraba, ya que sus piernas no seguían el paso ligero de su hija… y me despierto atolondrada. Pero me pongo el chándal, recordando aun las caras de los personajes de mi sueño.

Subo las persianas y veo la suave luz del amanecer, cojo las llaves y me voy con mi perra a mi calle donde me da el fresquito de la mañana otoñal y puedo ver a los japoneses desayunando fruta, bizcocho y tostadas con mantequilla en el hotel de al lado. Contemplo la luz y los colores del cielo: el sol saliendo con su resplandor dorado entre las grises nubes… Y entonces se me pasa todo: me siento ágil, ligera decidida, alegre reconfortada, como nueva para seguir el día.

De vuelta del paseo, ya en mi portería, una joven vecina que va muy maquillada me da los buenos días sonriendo y acaricia a mi perra, yo le respondo y nos decimos adiós sonrientes.
Una vez  en mi piso, desayuno un zumo de naranja y una tostada con mantequilla y le echo el   pienso y el agua a mi perra. Acto seguido,  me paso por el aseo donde estoy un buen rato. Me pongo guapa, pero con una blusa negra y un pantalón de tergal gris y me voy de nuevo a la oscuridad de un entierro.


Maribel Fernández Cabañas.


"Tengo que"



“Tengo que”
Salgo de la cama medio dormida. Me visto, me pongo las zapatillas y me voy a andar, antes de que aparezca en mi mente un “tengo que”:
─ ¡ No, no quiero escucharme! .Me digo a mi misma.
─ ¡A andar que son las siete y hace buen tiempo!.
Estamos en septiembre: fresquito, pero no frío: ”Tienes que”( pienso). No nada, ¡A andar! (me repito), y salgo de mi casa.

Ya una vez en el paseo marítimo observo los grises y rosas del cielo lleno de nubes y el sol escondido, dejando entrever una luz color amarillo-fuego.
Gente andando que respira aire puro, pero contaminados por lo que va diciendo la radio a través de sus auriculares.
Oigo el ruido de las olas y como las saltan los de las tablas de surf, ataviados con sus trajes de neopreno, y el silencio de los pescadores aficionados, que en los espigones por los que voy pasando, han echado sus cañas al mar.
Y curioso, cuando paso delante de un montículo con matorrales, que separa una playa de otra, una mujer entrada en años, con unas bolsas del supermercado en una mano y un bastón en la otra, deja sus bolsas en el suelo, se sube las faldas y se pone a hacer pipí y es que a cierta edad es cuando, aunque tarde, uno es más libre y pasa de todo hasta del “qué dirán”.

Ya despierta vuelvo a casa, me meto en la ducha y cuando me estoy acicalando delante del espejo, me digo a mi misma:
─¡Tengo que pasear a la perra!. Y son las ocho de la mañana.


Maribel Fernández Cabañas.


Contemplando.

Contemplando.

Una estatua blanca y desnuda que flota de pie en el agua, un barco como la Santa María de Colón, con bodega, camarotes y tres mástiles que sostienen sus replegadas velas sin viento.

El nuevo edificio World Trade Center, con sus oficinas y salas de congresos cerradas.Y lo mejor la paz que reina en un domingo nublado aquí, a diez minutos del centro de Barcelona.

 Silencio de coches, sólo el vuelo de alguna gaviota o el pisar suave de algún deportista o de turistas, que bajan de los cruceros o simplemente gente madrugadora como yo.
 Disfrutar de estos lugares cuando están tranquilos es una buena forma de comenzar el día, que amanece nublado, en estos días de finales de verano.


Maribel Fernández Cabañas.