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Con Eugenia

Con Eugenia.

Era primavera, Lucía se había ido  a un pueblecito se Suiza donde trabajaba su amiga Eugenia,  en un cantón de muchos emigrantes españoles.
Lucía estaba ya algo cansada de las amistades nuevas de la cuidad, matrimonios amigos de su marido que conservaban con esmero su posición social de clase media. No se quitaban el traje de chaqueta de ir a la oficina ni los domingos, no faltaban al gimnasio, al menos tres días en semana y a comidas estiradas con los amigos...
 En Suiza, bajo el paisaje montañoso, pudo convivir con su querida amiga de la juventud. Eugenia trabajaba en una escuela activa para niños españoles. Hablaron de sus vidas. Eugenia recordaba:
¡Que atrás ha quedado la relación tan tonta que tuve con nuestro amigo de adolescencia Joaquín!, ¿Te acuerdas Lucia?  Se me declaró y me regaló un anillo de compromiso y bajo los árboles de la alameda del río hicimos un pacto de sangre con el juramento de que continuaríamos juntos hasta la muerte.
Sí, querida. ¡Cuántas chiquilladas hacíamos! Creo que eran las películas románticas de la época y los poemas de Gustavo Adolfo Bécquer asintió Lucía
Allí permaneció quince días acompañando a la escuela activa a Eugenia. Con sus dotes con la cámara, fotografiaba a los niños y niñas en el taller de manualidades haciendo esculturas de barro. También en alguna fiesta popular con todas las familias animadas por la música. Los alumnos vestidos con trajes típicos cantando y bailando. Ella quería regalarle a su amiga, esas fotos maravillosas de su trabajo diario. Y cómo no, tener una fotografía de Eugenia para ponerla en su álbum, a su vuelta a España, y así verla cuando quisiera estar más cerca de ella.
Los quince días pasaron entre idas y venidas a la escuela, paseos animados por sus conversaciones, risas y recuerdos entrañables.
Y de despedida, Eugenia  anunció a Lucía que cuando se jubilara, se iría a vivir a España para estar cerca la una de la otra. Entonces Lucía la abrazó dando saltos de alegría:
¡¡ Y montaremos un taller de fotografía para niños, junto con otro de escultura que tanto te gusta a ti!! dijo animada Lucía.


Maribel Fernández Cabañas.


Mi película de esta semana

Mi película de esta semana.
Empecé la semana superándome y me fui con mi amiga la andarina a subir doscientos escalones a un campanario, con un grupo guiado. Yo que llevo una vida sedentaria a mis sesenta años y con algún kilito de más, aunque eso sí, me pongo el chándal para cocinar.
Al día siguiente tenía agujetas en las piernas sobre todo en los muslos y se lo conté por teléfono a mi hermana Flora la cual me dijo: Eso es que estás vieja y me dejó con la moral por los suelos.  Necesitaba contarle a alguien mi proeza pero nadie me escuchaba, estaban todos muy en forma y muy jóvenes, al parecer. Total que estuve dos días leyendo en el sofá y sin cuerpo para andar encima incomoda porque tenía muchas cosas que hacer pero sólo me apetecía leer a mi Alice Munro en” Mi vida querida”, que con su sensibilidad le quitaba hierro a todos los asuntos que nos cansan en el día a día de seguir adelante con la vida.
Cuando ya se me iban pasando las agujetas, me noté una molestia en una costilla del pecho, como un dolor punzante y después de la ducha me toqué y localicé un bultito. Pero como Alice Munro no podía dar su opinión sobre mi bultito elegí a mi marido para contárselo; se lo conté por la mañana y nada, al mediodía y tampoco. Él estaba pensando en sus musarañas y ya me dije: Llamo a mi médico de cabecera. Por la tarde me palpó y dijo la palabra mágica: “Parece de grasa”, pero te mando una ecografía.
Yo ya contenta con mi bultito de grasa y sin agujetas podía salir a la calle y me fui a pasear con el viento frío del Norte por la arena mojada de la playa, ¡La brisa marina de nuevo!, ¡cuánto tiempo sin verla! Y le hice unas fotos a la playa y se las enseñé a mi marido. Él las reveló y las enmarcó, porque eso sí, cuando le hablas de fotografía escucha, de eso sabe un rato. A mi hermana Flora le mandé un mensaje por el móvil con la foto,  me contestó besitos y bonita foto.
Y así seguí transcurrió mi semana tranquila y hablando del tiempo, de fotos, de fútbol hasta la nueva visita con mi doctora.

Maribel Fernández Cabañas.





Un momento

Un momento.

 Poder inmortalizar el salir de madrugada un lunes. Respirar el aire fresco de invierno y ver la luna llena junto a las estrellas, mientras los jardineros riegan el césped.
 Un vecino y yo con la mirada nos entendemos y el ata a su perro que lo llevaba suelto cuando me ve a mí con Nina la cual anoche sólo hizo un pipí porque alguien a quien le tocaba, no quiso pasearla bajo la lluvia .
Esta madrugada era feliz olisqueándolo todo y viendo de cerca a otros como ella, que también iban a lo mismo. No sólo me acompañaba mi mascota, sino la música de Albéniz a través de los auriculares de Radio Clásica.
Mover mis brazos haciendo un poco de gimnasia, estirar y encoger articulaciones e irme desentumeciendo de la cama.
Ver a mi perrita feliz siguiéndome y obedeciéndome cuando le digo al cruzar un semáforo: ¡Corre Nina corre! Me sigue como un perro fiel y agradecido.


Maribel Fernández Cabañas


Sola en casa con Nina


Lucía llevaba unos días que no tenía ganas de pasar frio y su hijo y su marido se iban a una caravana en el Pirineo Catalán así es que decidió quedarse cuidando de la muy sensible y casera perrita Nina.
El fin de semana ellos marcharon a la nieve y Lucía en ese momento, agradeció el silencio y espacio libre que quedaba en la casa deseaba la tranquilidad después de haber pasado un par de días buscando la ropa de esquí: en el canapé de debajo de la cama de matrimonio, en los altillos de Luisito, en el ropero de su marido. Allí fueron apareciendo pantalones de la talla 8, de la 12 pero no aparecían los de la talla 16 ni los de la talla L de su marido.
Buscó y retequebuscó hasta que los encontró dentro de una maleta que hacía un año que no se usaba, justo desde el invierno pasado por estas gélidas fechas. Los anoraks fueron más fácil de encontrar estaban colgados en los respectivos armarios,pero los calcetines aparecieron en un altillo y sin tallaje y Luisito cuando llegó del instituto se los probó y dijo: me van pequeños y los volvió a dejar en su sitio. Al final aparecieron junto a los descansos en un armario de la terraza y dentro de una bolsa transparente de esas de los congelados.
Una vez las maletas hechas, ellos dos salieron por la puerta y Lucía se tumbó en el sofá y Nina en su mantita en el suelo. Se quedaron dormidas a las cuatro de la tarde y cuando despertó Lucía eran las 5  y el piso se había quedado helado. Se fue a la caldera y el botón rojo de la alarma había saltado, con lo cual estaban sin calefacción y sin agua caliente. Llamó al servicio técnico y salió un contestador que decía que atendían de lunes a viernes y que podía pedir cita previa pulsando la tecla 1 del teléfono. Lucía pidió cita y le dieron para el martes.
Total que se fue a duchar a casa de su vecina de confianza Ana, y luego a dar el paseo nocturno con Nina y para no pasar frío se acostaron las dos juntitas.


Maribel Fernández Cabañas.