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De hospital

De hospital.
 Para que detenerme en detalles de lo que es un hospital pues ayer me tocó estar de familiar que acompaña a familiar que va a ser operado. Tuve la suerte de poder desconectar de todo el ambiente hospitalario una horita, mientras mi familiar estaba en quirófano, y eso me dio energía para todo el día, entre batas blancas, jeringuillas sueros salas de espera llenas…. En fin fue este rato que pase con un amigo de la familia :

Mientras desayunábamos Andrés  me mostraba su visión  de la ciudad: los problemas sociales, la política de recortes del gobierno y yo le mostraba a él mi visión rosa de la ciudad una madre que atiende a su hijo pequeño, una catedral que tiene su historia y que yo disfruto contemplándola desde esa perspectiva: de cómo la han construido, de cómo era la gente en esa época hace 500 años, de los gremios artesanales y disfruto de esta ciudad de todos sus rincones que en cada rincón hay una leyenda y todas son interesantes y lo comparto con Leticia que me cuenta de que en 1960 ella iba con su madre a esa catedral y me contaba también como era la chocolatería del Pi que aún existe. 
Emocionada le cuento a Andrés lo bella que es esta ciudad y sus habitantes también; pero él sólo se fija en la política que lleva el alcalde que es nefasta.

 Yo disfruto con las cosas pequeñas como esa: El poder tomamerme un bocadillo en una cafetería y el poder expresar mis ideas y el escuchar las suyas, conversar sobre un mismo tema.
 Andrés ahora  vive en un pueblo  y aprecia el pueblo y es que cada uno amamos lo que tenemos y yo tengo esta ciudad , cada rincón y sus gentes sencillas como el enfermero del hospital que cuidaba de mi familiar . La generosidad de estar ahí curando al enfermo y siendo amable .

Maribel Fernández Cabañas




Reír

Reír
Con mi amiga Leticia me siento libre y rio a carcajadas, nos reímos de las situaciones cotidianas y le sacamos lo que tienen de insólitas, de atrevidas y de humorísticas.

 Ella cuando se ríe se sonroja hasta las cejas y los bordes de los ojos se le enrojecen y yo cuando me rio empiezo a soltar lágrimas y mocos; somos una odisea es para vernos en una cafetería llena de gente a las 11 de la mañana y nosotras ajenas a todo o a casi todo nos destornillamos de risa tomándonos un buen desayuno.

 En mi casa con los míos no me rio tanto porque ellos a estas horas duermen y además tenemos una escala de posiciones dentro del hogar yo soy la madre seria y sensata, mi marido es el hombre intelectual al que no le gustan las pequeñas chorradas cotidianas sólo la fotografía; Mi hijo es el adolescente que  vive intensamente su vida sobre todo con sus actividades escolares y extraescolares con los de su edad.

 También he de decir que  con mi amiga Ángela no me rio porque de cualquier cosa que le cuento ella hace  un mundo denso y tétrico, en fin, que yo siempre que puedo me voy con Leticia porque ella es capaz de aligerar el pequeño drama que Ángela o mi marido pudieran vislumbrar en las cosas que me pasan a mí.

Por ejemplo, el otro día que me quedé en la calle con mi perrita Nina y lloviendo porque se me olvidaron las llaves. Pues yo me reí bastante porque estuve con dos vecinas que también tienen perros y entablamos una larga y tendida conversación debajo de los porches acerca de situaciones similares que le habían ocurrido a ellas y una por ejemplo tuvo que llamar al cerrajero, yo tuve que ir con el perro al instituto de mi hijo a la hora del recreo y el cual me recibió con dos monosílabos ¡ay mama! y me dio sus llaves.
 Mi marido al mediodía me echó una buena retahíla y se me atragantó la ensalada y mi amiga Ángela me dijo que a ella en la vida le ha pasado algo así que siempre lleva las llaves colgadas con una cadena al bolso.
Sin embargo Leticia me dijo: ¡Que bien poder conversar con tres vecinas que también tienen perros y que seguro que lo pasé mejor que en casa cocinando y fregando! ¡Qué bonito es estar debajo de un porche y contemplar la lluvia, es para escribir un relato!,
Me animó riéndose y sacando puntas de estas situaciónes o fantaseando con las anécdotas. Y es que no hay nada como quitarle hierro al asunto.


Maribel Fernández Cabañas