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TALLER DE ESCRITURA CREATIVA

 

Alicia recuerda su primer taller de escritura en el barrio del Raval donde hay una estatua del recientemente fallecido Botero, sí en la rambla del Raval hay una escultura de un gato negro muy voluminoso.

El taller empezaba a las cinco de la tarde y antes de entrar ella y Julieta merendaban y charlaban de sus intimidades.

Su amiga Julieta, siempre estaba pensando en no engordar y con un café tenía bastante, sin embargo, Alicia se comía un trozo de pizza.

El taller estaba ubicado en un bajo con patio donde por las noches se convertía en un restaurante. En la entrada había muebles antiguos y un gato tomando el sol.

 En el piso de arriba vivía la dueña amante del arte de la cocina que luego se cenarían los clientes nocturnos.

En verano era agradable estar allí, pero en invierno no se podían quitar los abrigos.

La profesora leía en voz alta el texto y luego le preguntaban dudas sobre la teoría y lo que más le gustaba a todos era poder leer en voz alta el relato y escuchar los comentarios para luego reescribir. La profe nos dejaba libertad para escribir según la inspiración.

A Julieta la profe le decía que hiciera más largo el relato que ella iba para novela y que tenía un castellano muy puro.

 A Alicia los comentarios de Leticia eran los que sabían captar la esencia de lo escrito y también le gustaban los de Auri que le corregía la gramática.

Eran un grupo que llevaban ya tres años juntas y se llevaban muy bien.

 Llegó un día en el que la profe con mucha tristeza dijo que cerraba que ya no podía enseñarnos más y Leticia se fue a la Escuela de Escritura y Alicia a Fuentetaja Literaria.

Y todavía siguen en contacto, aunque se vean de higos a brevas.

                                                         - Maribel FC

MISIFÚ


 

Pedro vivía en un pueblo de calles sinuosas donde los vecinos eran alegres y salían todos de sus casas que eran bajas y soleadas pero los niños no podían pasar por los callejones oscuros, largos y estrechos por la noche, solo podían ir al callejón de de la señora Soledad, que era la curandera del pueblo y acompañados de sus padres.

La señora Luz vivía en una casa oscura llena de libros y de pociones de todos los colores para curar males, hacer hechizos con hierbas venenosas o pociones de amor.

Pedro que   era ya, mayorcito durante el día salía a jugar por todos los rincones del pueblo con sus hermanos y más niños, unos con bicicleta y sus grandes caídas, otros a canicas, futbol, baloncesto otros a las adivinanzas y se lo pasaban muy bien siempre y cuando llegaran a sus casas antes de que se hiciera de noche, porque por la noche salían personajes que no eran muy de fiar.

La casa de Pedro tenía dos puertas, la puerta de atrás, que daba a un callejón y la de delante que daba a la calle principal, por las noches estaban seguros porque tenían un gato negro llamado Misifú que esperaba a Pedro y a sus hermanos y en cuanto los oía venir silbando o cantando él se metía en casa y los recibía por la puerta de delante y se alegraba de verlos.

Pero ocurrió un día en el que Pedro aprovechó cuando todos dormían y Misifú estaba entretenido buscando ratoncillos y Pedro se encaminó al callejón de la señora Luz la que enseguida le abrió la puerta, era una casa siniestra sin ventanas.

─ Que te trae por aquí Pedrito

─ Que vengo a por una poción de amor

─ Te la daré con la condición de que te quedes a ser mi ayudante puesto que el que tenía se me ha ido.

El niño aceptó y esa noche la curandera, como quien caza mariposas, lo atrapó con una red para que viera lo que ella hacia y allí estuvo toda la noche sin comer y queriéndose escapar.

Sus padres, Misifú y sus hermanos lo buscaban sin encontrarlo. Hasta que una vecina que a primera hora de la mañana se presentó con su pequeño para que le curara el mal de ojos y lo reconoció, y fue a contárselo a sus padres y le dieron las gracias y corriendo se encaminaron hacia alli.

Misifú el primero en entrar en la casa de la curandera y fue arañando la red para liberarlo y por fin Pedro quedó en libertad y eso sí con una buena reprimenda de sus padres que lo castigaron una semana si salir de casa y cuando acabó la semana el niño y los padres hicieron un pacto , Misifú se encargaría de los niños cerrarían las puertas a cal y canto a las diez de la noche así que desde ese día Pedro y sus hermanos llegaban puntuales y el gato al oírlos llegar avisaba a sus padres y le abrían la puerta principal y en la trasera pusieron  un cerrojo bien grande.

Pasó un tiempo y la curandera le trajo a Pedro la esperada poción sin cobrarles nada y Pedro se la tomó para declararle su amor  a una muchachita de la que se había enamorado, y fueron felices muchos años.

Y, cuento contado, cuento acabado.