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Un baño matutino.

Un baño matutino.

Desde el paseo marítimo voy viendo la playa con su panorama, me he propuesto bañarme al lado de casa pero sin conocidos y por eso he escogido un lunes de finales de julio a las nueve de la mañana.
 Las hamacas vacías, ingenuamente pienso:¡ Que bien no hay gente!, así no me verán los vellos de las piernas, podré nadar sin que ninguna pelota me de en la cabeza y sin tener que esquivar a niños con sus flotadores. Nadar de un extremo a otro casi rozando la orilla y hacer natación, como si estuviera en una calle de la piscina privada.

Voy bajando la rampa que llega a las duchas de minusválidos, el chiringuito está vacío, en la ducha sólo hay un abuelo muy moreno, que debe de ir hasta en invierno. Me acerco a las hamacas que están rozando el chiringuito y apartadas de la orilla del mar…empiezo a ver sombrillas y bañistas: ¡Uy esto no es lo que yo mee esperaba, aquí se me han adelantado!.
 Voy a poner mi toalla y  caminando sin chanclas por entre gente de mi edad, que apesta a bronceador, en contraste con mi piel blanca del primer baño al sol.
 Decepcionada me digo a mi misma:¡ Bueno yo he venido a nadar! y  me meto en el agua con niños chapoteando, abuelas formando un corro y de cháchara… voy saltando obstáculos y sigo nadando hasta que veo que es imposible con tanta gente.
Pero cuando voy a salir del agua, oigo que me llaman:
─!!Raquel!!
─ ¡Hola Raquel no te hemos visto estos días!¿ Dónde te metes?
─ Tengo mucho trabajo, ya nos veremos, les respondo y me despido liándome bien en la toalla.
Eran mis vecinos del cuarto.


Maribel Fernández Cabañas.


Sin vecinos.

Sin vecinos.

Son las diez de la mañana, hace fresco, que se agradece en este mes de verano.
 La calle de esta gran ciudad está silenciosa, no hay ruidos de coches.

 Desde mi terraza veo el parque y las viviendas que lo rodean formando una manzana. Veo la terraza de los López, se que están de vacaciones en el pueblo.
También están bajadas las persianas de los Torralba que van y vienen a un apartamento que tienen en el pirineo. Lo mismo me pasa con la de los Martínez, que se que este mes de agosto se han ido a casa de unos familiares de Galicia.

 Pero del resto de los vecinos no se nada, ni me importa ya que sólo los conozco de vista.
 Lo que si se es que me dejan todo el parque a mi para pasear a mi perra, pues sus perros tampoco están. Y se que se han llevado a sus alborotados niños, que antes jugaban a gritos y que ahora se ha instalado el silencio sin ellos.

 Puedo concentrarme leyendo y escribiendo en mi terraza, como si yo estuviera también de vacaciones en una zona residencial de Cuenca, se me antoja, ya que con la imaginación se puede una sentir  como en cualquier parte. Aunque sólo sea por unos días.

Maribel Fernández Cabañas.






El agua del mar.

El agua del mar.

Que sensación mas agradable: me he sentido joven con mi marido en bañador y en una toalla y en la arena de una playa limpia y con gente tranquilita y tomando un te frio en un vaso termo.

Corría una tarde calurosa del mes de agosto, estábamos en un piso de ciudad sin mucho dinero para viajar y con un hijo adolescente que a lo que aspira es a poder viajar a Inglaterra y mientras va ahorrando pasa el verano con sus abuelos en el pueblo.

Si mi marido y yo solos en casa y trabajando a media jornada. ¿ Porque no aprovechar la tarde para ir a un pueblecito de la costa  si total lo único que gastaremos será gasolina?.

Que sensación mas agradable la del agua del mar tibía, ni siquiera puedo decir fresca, y la de luchar contracorriente para poder salir del mar y tumbarme con el cuerpo mojado en una toalla y contemplar la Bahia de Rosas.

 Se me olvidó todo el agobio que tenía en la librería,por la poca venta, y por un momento volví  en el recuerdo, con mi marido, a aquellos años jóvenes en los que nos metíamos en el agua fría de las playas de Tarifa e intentábamos mantener el equlibrio en la tabla de surfing.


Maribel Fernández Cabañas.