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LLUVIA

 

El olor a tierra mojada,

Truenos, frescor primaveral.

Alegría de que llueva,

para la ciudad y el campo.

Los bañistas salen corriendo de la playa con sus sombrillas.

Así tendría que ser más a menudo.

 Que hay sequía dioses de la lluvia.

 Como cuando íbamos en moto a Tossa de Mar en agosto y aparecían nubes,

Nos parábamos en una gasolinera hasta que descargaba la tormenta.

Y hoy todas las ventanas abiertas para dormir escuchando la lluvia.

Maribel

 

EL LIBRO DE RECETAS

 

En mi infancia de hijo único disfrutaba mucho cuando venían mis tres primos los del pueblo de al lado y jugábamos en el corral de mi abuela y en la calle, mis primos eran hijos de mi tía Ana que se había casado con un señor rico y este le compraba los mejores juguetes del corte inglés a mis primos a pesar de que ellos sacaban malas notas.

Mi tía Ana a veces me invitaba a su bonita casa y allí me lo pasaba muy bien en la hamaca que tenían en el jardín, con su gatita negra que siempre se dejaba acariciar y también nos bañábamos todos en su piscina.

Mi tío mandó a mis primos a un colegio interno de jesuitas que estaba en el pueblo principal de la comarca. Yo seguí estudiando en el instituto y de adolescentes casi no nos veíamos porque a mis primos los curas los castigaban sin salir los fines de semana por su mal comportamiento. No les gustaba ni estudiar ni estar internos.

 A mí por el contrario me gustaban los estudios y quería ser maestro.

Acabé la carrera de magisterio, pero no encontré trabajo, las oposiciones por aquellos años estaban congeladas. Estuve un tiempo en una asociación de maestros en paro y allí conocí a Berto y a Alonso compañeros con proyectos que parecían alocados y difíciles de realizar, pero les seguí la idea. La verdad es que me contagiaron su entusiasmo. Eran lo que ahora llaman emprendedores.

Íbamos a fundar la segunda fábrica de helados de nuestra comarca, sus familias eran pudientes y le dieron un buen capital inicial.  Con el aval de mi padre pedí un préstamo y aporté mi parte junto con el libro de recetas que había manuscrito mi difunta abuela en una gran libreta antigua de las de llevar la contabilidad. Eran recetas de repostería, limonadas y helados.

Nuestra fábrica de helados comenzó a marchar, no iba viento en popa, pero si bien. Y al cabo de unos años nuestros helados y limonadas se repartían por todo el sur de España. En vez de ganar amortizábamos lo que habíamos invertido, pero nos sentíamos muy ilusionados con nuestro nuevo trabajo de empresarios- obreros; también trabajamos en la cadena de producción.

Las ganancias aumentaron, nuestros padres y amigos nos felicitaban, pero los avaros de mis primos nos envidiaban. Se las ingeniaron para convencer a su madre de que pidiera la herencia de mi abuela y reclamar el libro como parte de ésta.

Mi tía Ana decía que había que repartir el ajuar, todas las pertenencias de mi abuela y vender las propiedades. Ella además se quedaría con los muebles de comedor y el libro de recetas.

─ El libro de recetas me lo regaló madre en vida y lo tiene mi hijo en la fábrica de helados. Le diré que mande a hacer una copia para todos - Decía mi padre.

Al día siguiente en cuanto mi padre me lo contó, mandé el libro de mi abuela a una copistería de la capital. Yo sospechaba que detrás de esto estaban mis primos. Siempre, desde pequeños, habían sido unos peseteros. Encargué una copia para cada uno de mis tíos y otra para mí.

Mi padre le entregó el original a mi tía para que hubiera paz. Y lo que hicieran con él no me importaba, nosotros teníamos ya mucha práctica .Además habíamos creado muchas recetas personalizadas.

No tardó en haber una tercera fábrica de helados.

Nos copiaban los helados, encima los vendían más baratos. Nuestras ventas bajaron, hasta tal punto que yo ya no sacaba para amortizar el préstamo y tuve que dejar de ser miembro de la fábrica y me fui a trabajar a Francia para poder pagarle al banco. La verdad es que pronto entré de profesor de español en una escuela, pero veía injusto lo que habían hecho mis primos y allí contacté con heladerías artesanales y trabajé en mis horas libres. Estuve un tiempo en el que no quise saber nada de mis primos. Luego mi madre me llamo por teléfono para decirme que mis tíos habían fallecido en un accidente de tráfico. supe por mi madre que Mis primos cerraron la fábrica y se dedicaron a vivir de la renta. Se habían aficionado al juego y convertido en unos ludópatas.
Seguí en Paris pues allí rehíce mi vida, ya no quise volver a mis raíces.

 

Maribel

MUNICH

 

       Llegar de noche dormir y amanecer en casa de nuestro hijo para ver la ciudad en la que vive.

       Contemplar edificios como la ópera y la iglesia en la que al entrar hay dos huellas de pies que cuenta la legenda que son la del diablo y que si las pisas y pides un deseo se te cumple.

       Por otra parte, está la iglesia de María y unos jardines inmensos que al final después de andar mucho te encuentras con un castillo y el rio Isar.

Al dar un paseo largo por un parque lleno de carriles bicis está el canal   que no lleva corriente cosa contraria al rio Isar que hay hasta saltos de agua y gente haciendo surfing.

       Paseando por el canal de aguas tranquilas vemos ocas y ardillas y nos sentamos en una terraza con mantas para contrarrestar el frio mientas tomamos un Frankfurt.

    Maribel

MARÍA FLORENCIA

 

María Florencia empezó a trabajar en mi casa porque se fue a su país la mujer de la limpieza que yo tenía antes. Por un anuncio en la papelería de mi barrio, contraté a María Florencia.

Mi casa es la única casa que limpia, aparte de unas escaleras y unas oficinas.

Cuando entró parecía muy callada y formal. Ella es bajita, morena y de pelo largo, atado en una coleta.

 La primera vez que entró en mi casa empezó hablándome de sus problemas. Me dio pena cuando me contó que su hija de diecisiete años no se ha querido venir a España, sino que se ha quedado estudiando sola en su casa.  Y ella se angustia mucho y llora. Sufre porque quiere tener a su hija aquí con ella.

─ Mamá que quieres que sea como tú que, por no estudiar, mira limpiándole la mierda a otros.

─ Mamá yo no quiero ser como tú y aquí me las sé apañar bien. Tú sigue ahí con papá.

(Me contó que le decía su hija por videollamada)

Pensé que mal educada es la niña, sólo lo pensé y de mi boca salieron estás palabras: ─ Tu hija te quiere, María Florencia. Ya verás como cuando le den las vacaciones en el instituto vendrá a veros, no te preocupes tanto.

El caso es que desde ese día me dio pena y le cogí cariño.

A medida que el tiempo ha ido pasando, María Florencia ha ido cogiendo confianza…quizá excesiva confianza. Sinceramente, me gusta que nos tutee y que se sienta como en su casa. Lo que peor llevo es ese afán suyo por saberlo todo siempre que me ve entrar por la puerta. De dónde proceden mis compras, cuánto me han costado y especialmente, de dónde vengo.

─Esa bolsa es de Zara ¿no?

O bien:

─ ¿Cuánto te ha costado esa colonia?

O:

─ ¿Vienes de la farmacia?

Al principio me quedaba un poco perpleja por su interrogatorio, pero iba contestando educadamente. Ahora entro por la puerta de la calle y veo que va a empezar el interrogatorio, me meto en el estudio cierro la puerta y cuelgo un cartel” No molestar estoy escribiendo”

Así, María Florencia sigue cayéndome bien, y todos contentos.

 

Maribel