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MARÍA FLORENCIA



María Florencia  empezó a trabajar en mi casa  porque se fue a su país la mujer de la limpieza que yo tenía antes. Por un anuncio en la papelería de mi barrio, contraté a María Florencia.
Mi casa es la única casa que limpia, aparte de unas escaleras y unas oficinas.
Cuando  entró parecía muy callada y formal. Ella es bajita, morena y de pelo largo, atado en una coleta.
 La primera vez que entró en mi casa empezó hablándome de sus problemas. Me dio pena cuando me contó que  su hija de diecisiete  años no se ha querido venir a España sino que se ha quedado estudiando  sola en su casa.  Y ella se angustia mucho y llora. Sufre porque quiere tener a su hija aquí con ella.
─ Mamá que quieres que sea como tú que por no estudiar, mira limpiándole la mierda a otros.
─ Mamá yo no quiero ser como tú y aquí  me las sé apañar bien. Tú sigue ahí con papá.
(Me contó que le decía su hija por video-llamada)
Pensé que mal educada es la niña, sólo lo pensé y de mi boca salieron estás palabras: ─ Tu hija te quiere, María Florencia. Ya verás como cuando le den las vacaciones en el instituto vendrá a veros,  no te preocupes tanto.
El caso es que desde ese día me dio pena y le cogí cariño.
A medida que el tiempo ha ido pasando, María Florencia ha ido cogiendo confianza…quizá excesiva confianza. Sinceramente, me gusta que nos tutee y que se sienta como en su casa. Lo que peor llevo es ese afán suyo por saberlo todo siempre que me ve entrar por la puerta. De dónde proceden mis compras, cuánto me han costado y especialmente, de dónde vengo.
─Esa bolsa es de Zara ¿no?
O bien:
─ ¿Cuánto te ha costado esa colonia?
O:
─ ¿Vienes de la farmacia?
Al principio me quedaba un poco perpleja por su interrogatorio, pero iba contestando educadamente. Ahora entro por la puerta de la calle y veo que va a empezar el interrogatorio, me meto en el estudio cierro la puerta y cuelgo un cartel” No molestar estoy escribiendo”
Así, María Florencia sigue cayéndome bien, y todos contentos.

Maribel Fernández Cabañas