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Continuar el día

Continuar el día.
Lucía había dormido mal, se había despertado a las cuatro de la madrugada con una pesadilla, y como ella es amante de la interpretación de los sueños la escribió en un papel con mala letruca. Acto seguido se tomó un vaso de leche y se volvió a meter en la cama, nadie se despertó ni siquiera la perrita que dormía plácidamente

A las siete de la mañana sonó el despertador y Lucía enseguida, aunque soñolienta se fue al congelador y como una autómata sacó el bocadillo de Luisito para la hora del recreo, luego a la ducha, y a tomarse un café expreso con una magdalena (la rutina de lunes a viernes).

El día se le fue enderezando cuando abrió el correo electrónico y leyó una carta de su querida amiga Leticia en la que les recordaba, a las cuatro del grupo de escritura, que el jueves habían quedado en el Espacio Liceo, una cafetería con mesas grandes y bien iluminadas donde podrían leer y comentar sus respectivos relatos.
Y a las ocho y media ya estaban los hombres de la casa preparados para salir. Ella se pondría a limpiar y poner unas lavadoras y a cocinar unas ricas legumbres al estilo de la fabada asturiana. Eso sí, sin faltarle la música en sus auriculares.

Y a medida que fue pasando el día la pesadilla se fue diluyendo en su mente, y no volvió a mirar el papel escrito .Lucía dejó que se borrada lo pesado y se quedó con lo ligero: la buena música, la limpieza del hogar, un poco de movimiento por el barrio cruzando unas palabras con los conocidos Y ¡cómo no!: escribiendo.


Maribel Fernández Cabañas

Como lo agradece el cuerpo cuando lo cuidamos



Ayer por la tarde me fui a dar una vuelta por la rambla de Pueblonuevo iba buscando una perfumería y también una tienda de té pero en realidad lo que quería era salir un rato de casa.

Como tenía un callo en la planta del pie derecho, después de dos horas andando por las tiendecitas y sin sentarme a tomar nada en las cafeterías, que recorren todo lo largo de la calle,mi callo me dolía mucho,además echaba de menos a mis amigas vecinas con las que otras veces he paseado por ahí. 
Pero en las tiendecitas pequeñas eran amables, no tenían muchos compradores pues por ser campaña navideña los clientes se habían desplazado en masa al centro y a los grandes almacenes, para comprar regalos para los amigos y familiares, y me prestaban atención así que pude preguntar sobre todo lo que me interesaba.

Mi callo me seguía dando la lata. Iba andando despacio, disfrutando del ambiente urbano que creo que desde el verano no pisaba o quizás no tanto. Me fijaba en la gente que iba andando unos con los cochecitos de sus bebés, otros con greñas y perros mal cuidados, las señoras del barrio con sus abrigos bien abrochados y agarradas por el brazo charla que te charla, pasaban la tarde. Los vendedores ambulantes habían colocado sus tenderetes con garrapiñadas, turrones, almendras y otros con bisutería artesanal. La rambla estaba alegre, pero mi pie me molestaba.

Al llegar a casa en bus, quería con toda la necesidad del mundo meter los pies en el bidé con agua caliente y sal, nada me lo impedía sólo el cansancio. Me tumbé en el sillón y más tarde cuando ya todos estábamos en casa recogidos para cenar y adentrarnos en la tranquilidad de la noche, me fui a la ducha, con el calefactor puesto. 
Dejé que saliera el agua calentita por la alcachofa y con una esponja corriente y el gel de aloe vera me masajeé todo el cuerpo recreándome en mi pie derecho al cual, una vez seco, le di un masaje con crema hidratante.
Ya con el pijama puesto y las zapatillas de borreguito mis pies  no me dolían, pues los había tratado muy bien con agua, jabón, masaje y calzado cómodo y les prometí que de esta semana no pasaba que los llevaría al callista.


Maribel Fernández Cabañas.


Regalos

Regalos

Estamos en época de regalos, los papás piden un Ipad, los niños no tan niños un móvil, pero no un móvil cualquiera sino un Smarfhone.
 Recuerdo el último regalo que me hicieron mis padres por estás fechas: unos guantes, que aún conservo, unos preciosos guantes de lana negros que me abrigaban del frío. Yo les regalé a ellos un frasco de colonia y tan felices.
¡Cómo disfrutábamos con poder comer, una vez al año, turrón de Suchars y tortas de almendras! y como no el queso de almendra casero, que hacían nuestras madres.Era como una especie de mazapán.

Ahora regalos para el día del amigo invisible, regalos para papá Noël, regalos para Reyes y venga regalos y las tiendas abiertas en domingo, creo que es un abuso.

Un detalle es bonito, pero sin tener que dejarnos los ahorros y también regalar una participación de lotería o mandar un deseo en una felicitación navideña por escrito, aunque sea con un simple y escueto” Felices Fiestas y Próspero Año Nuevo”.


Maribel Fernández Cabañas.


El piso de Lucía.

El piso de Lucía.

Lucía, entra en su piso después de una larga jornada de trabajo en la que se han cumplido casi todos sus objetivos va vestida con unas botas altas, pantalón estrecho y jerséis largo, lleva un fular de seda que le acaricia el cuello, su pelo a melena liso y brillante le cae sobre los hombros. Casi se le ha ido el maquillaje.

Además, al abrir la puerta del piso nota un agradable olor a jabón de aloe vera y entreoye la música clásica que viene de la puerta del salón, ve el mueble del recibidor en el que destaca el florero con las margaritas blancas que ella colocó ayer, se respira paz.

─Hola!
─Hola mamá responde Luisito, desde su habitación
─Hola responde otra voz infantil
─Hola cariño, este es Luis desde el salón

Pero la única que  sale a recibirla, es la fiel Nina que le da la patita para ver si hay chuches y Lucía saca del cajón del mueble una bolsa de huesos y le lanza  uno al aire, ella lo coge al vuelo.

Lucía, apaga la luz de la cocina, que encuentra encendida, pasa al salón y le da un beso a Luís el cual está en el sillón de masaje escuchando Noches en los jardines de España de Falla.

Luego sigue por el pasillo y apaga la luz del estudio también encendida hasta que llega a la habitación del niño que está jugando tendido en la moqueta con su amigo Jorge a los clic de famobil.Los niños saludan pero siguen con su juego y Lucía entra en su habitación deja el bolso se ducha con Aloe vera y se pone el pijama y cuando sale del baño ya no oye la música, pero hay un olorcito a tortilla de patatas que la hace más feliz:

¡Gracias Luís por cocinar hoy! Y abraza a su marido que ya está con la sartén por el mango y el delantal puesto.


Maribel Fernández Cabañas.