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ITALIA Y LISBOA


 

Alicia recuerda cuando tuvo que vender doscientas papeletas de lotería para recaudar dinero para el viaje de fin de carrera a Italia.

Estuvieron en la plaza san Marcos de Venecia iba con dos amigas, Laura e Isabel, llevaban una maleta llena de conservas y productos no perecederos como galletas y cenaban en el hotel ya que los precios de los restaurantes no estaban a su alcance.

Lo que más le gustó fue Florencia recuerda la rebeca de lana con dibujos y el bolso de piel que le compró a su madre en el mercado de la paja.

El trayecto de Badajoz, que era la ciudad donde había estudiado, a Italia lo hicieron en autocar haciendo noche en un barrio muy cutre de Barcelona, y al amanecer siguieron camino a Roma donde también se alojaron en un barrio muy malo y todo eso porque eran los más baratos.

En el autocar íbamos comiendo bocadillos y galletas y uno de los profesores con el micrófono en mano nos iba explicando el nombre de los mares, ríos y pueblos por donde íbamos pasando.

 En Roma era difícil cruzar un semáforo porque los coches iban a toda velocidad por el centro de la ciudad.

Alicia y sus amigas se compraron un diccionario bilingüe así podían hablar con los italianos.

El mejor hotel fue el de Montecatini donde conocieron a unos chicos y saborearon un rico café a precio de oro.

Al volver a Badajoz resultó que el premio de la lotería había tocado en una de las papeletas no vendidas y con ello había para otro viaje a, Lisboa.

Alicia recuerda que en la playa estaba el día nublado y ella se tumbó en la toalla y se quedó dormida y cuando se despertó le picaba mucho la piel sobre todo detrás de las rodillas y ella y sus amigas se fueron al hotel y con crema Nivea, cataplasmas de vinagre y sin poder andar ese día una amiga se quedó con ella en la habitación y las demás a divertirse por la bella Lisboa.


                                      Maribel Fernández Cabañas