Como dos enamorados.
Cuando eran jóvenes Philips
trabajaba como profesor de piano en el conservatorio y Louise tocaba el violín en la orquesta filarmónica.
Por el nacimiento de su única hija Charlotte
se compraron un piso en el bulevar Saint Germain , relativamente cerca de los
jardines de Luxemburgo adonde iban a
menudo para que la niña jugara con otros niños e incluso asistiera allí a
clases extraescolares de horticultura y
jugara a baloncesto.
Charlotte ahora está casada con John
y vive en Londres.
El matrimonio Lacroix está recien
jubilado. Disfrutan de su tiempo escuchando música en su tocadiscos y
asistiendo a conciertos. Siempre vuelven a casa en el tranvía, llevan una vida
sencilla. No tienen asistenta y entre los dos mantienen el espacioso piso
limpio. A Louise le gusta mucho cocinar, siempre tiene unas verduras rehogadas
a punto y carne a la plancha y Philips es el que se encarga de pasar la
aspiradora por toda la casa. A menudo van de la mano ,como dos enamorados, paseando
entre los naranjos y datileras del parque donde se encuentran a otros vecinos,
con los que se sientan a hablar en uno de los bancos cercanos al Palacio, en la parte central del
parque rodeado de rosales y con un estanque lleno de nenúfares
.
Una noche volviendo en el tranvía
de un concierto Louise sintió que no era capaz de mover una pierna y tenía un
fuerte dolor de cabeza (como una especie de entumecimiento).Philips la llevó en
un taxi al hospital y allí le aseguraron, después de unas pruebas, que la tenían
que ingresar.
Philips delante de Louise
guardaba la calma pero por dentro pensaba: me voy a quedar solo, que tristeza,
esto puede ser lo peor. A mi suegra le pasó lo mismo, se fue de un tumor
cerebral en cuatro días ¿Qué voy a hacer yo sin mi querida mujer, mi compañera,
mi amiga mi todo? Las lágrimas se le
caían, en la sala de espera del hospital donde pasó toda la noche,¿ qué haría
sin su querida mujer?.
Por la mañana adormilado en una
de los incómodos asientos de la sala, la enfermera lo despertó para que pasara
a la planta tercera habitación doscientos quince y allí estaba su Louise
dormida, por los tranquilizantes que le habían dado, y de la mano le susurró al oído: No, Louise, no
te vayas así de repente. Nos quedan muchos conciertos que escuchar y paseos por
los jardines de Luxemburgo, mi amada.
Al cabo de un rato llegó el médico
informándole que era un tumor cerebral benigno que podría sobrevivir muchos
años con una medicación, seguimiento y por supuesto llevando una vida sin
sobresaltos.
Al día siguiente el matrimonio
Lacroix ya estaba en su salón y en el tocadiscos sonaba la novena de Beethoven.
Philips Lacroix suspiraba y pensaba: por favor, sin sobresaltos Louise. Gracias
por estar aquí y la cogió de la mano mientras sonreían.
Maribel Fernández Cabañas