URGENCIAS
VETERINARIAS.
Un viernes por
la mañana me levante con la casa llena de vómitos: uno debajo de mi mesa
escritorio del salón, otro al lado del piano, otro en la terraza y curiosamente
Nina, la mascota perruna de la casa, no corría detrás de mí para que la paseara
sino que estaba con el rabo entre las piernas. Después de un laborioso y
desagradable trabajo de limpieza me la llevé a la calle y esperé a que abrieran
en la consulta de la clínica veterinaria. Allí la llevé, en un taxi que admitía
perros y me tocó la temida veterinaria Pilar del partido animalista, defensora acérrima
de la especie animal, miró el historial de Nina y me echó las culpas del
sobrepeso del animal. No le estaba dando el pienso light que ella me había
indicado, un pienso que le le aligera el tracto intestinal y hay que sacarla a
la calle cada dos por tres a hacer sus necesidades.
Después de
repasar el peso, repasó su piel y sus oídos y su tensión y su abdomen y me dió
un buen repaso a mi, sin darme una solución para los vómitos.
Al cabo de dos horas allí, en la que todo hay
que decirlo, a la perra le hicieron una ecografía de abdomen y también una analítica
de sangre y me mandaron a la otra punta de la ciudad a un hospital canino con
un supuesto tumor en el intestino.
Tuve que decidir
entre operar o eutanasia opte por lo primero y a las nueve de la noche me
dijeron todo ha ido bien, era un hueso de melocotón. Ya he suspirado por eso
puedo contarlo. Nina ahora pasea con un bozal, para que no se lleve nada a la
boca sólo el pienso light.
Maribel