Que el camino
para hacer un recado de una punta a otra de la ciudad es pesado, pues un
poquito de amor. Amor por los edificios bonitos que voy viendo.
En el metro
fijarme en dos abuelos que charlan amigablemente o en la cara de una mujer, con
rasgos gitanos, que lleva en un carrito de bebé bolsas llenas de ropa de
confección. Para ir a venderla en la puerta del mercado.
Va con las uñas bien pintadas, pendientes de oro y el pelo largo teñido en
rubio ceniza.
Que es fin de
semana y el desorden impera en un piso pequeño con hijos adolescentes que salen
a la “Fiebre de sábado noche” pues reunirse con otros padres que estén en la
misma situación y tomarse un gin-tonic comentando entre risas lo difícil que se
hace “separarse” de los hijos después de haberlos criado y que encima vivan aún
en el hogar.
Que el marido
está más antipático de la cuenta y refunfuña por cualquier cosa pues cambiarle
de tema y darle besos y abrazos a ritmo de tango.
Amor es la
receta de la vida.
Maribel
Fernández Cabañas