Recuerdo cuando viajaba con mis padres de Madrid al pueblo. Mi padre
bastante miope conducía el seiscientos muy despacio. Mi madre de copiloto hacía
ganchillo por el camino.
Pasaron los años y se instalaron en el pueblo y en el garaje dejaron el
seiscientos tapado y se compraron otro nuevo para recorridos cortos.
Toda la familia nos quedamos más tranquilos, conducir por las carreteras
cercanas no había tanto peligro de accidente como en la capital.
Y por las tardes de invierno nos íbamos en coche al pueblo de al lado a
tomar un chocolate con churros y visitábamos a los parientes y volvíamos
contentos.
Maribel