Pequeño encuentro.
Sentadas en una mesa de la
terraza anclada en la arena de una playa tranquila, tres amigas, que hacía
meses que no se veían, se cuentan sus vidas. Sus lazos de amistad las animan a
contárselo casi todo, les une una afición: la
escritura.
Se ríen, se dan consejos para
vivir mejor, se alegran de sus triunfos, se entristecen por las vicisitudes. No
faltan los ánimos para seguir luchando porque las tres sin excepción son
luchadoras y constantes en sus esfuerzos. Marta está cansada de su trabajo
haciendo sustituciones en institutos de secundaria, Ángela algo mayor y con la
jubilación anticipada, como maestra de primaria, al escucharla observa que nada
ha cambiado en la enseñanza: el poco afán por aprender de la mayoría de los
alumnos, el poco entusiasmo por enseñar del maestro que va a pasar las horas y
a cumplir con su expediente pero alienta
a Marta para que ella haga su trabajo bien y no se deje sumergir en ese
ambiente. Con el tiempo llegan las satisfacciones, algún día recibirá un mail
de un alumno agradecido porque ya está en segundo de Universidad o una
felicitación por navidad de una alumna que se sentaba en la última fila.
Y Leticia, que es la madre
veterana, nos va contando los aciertos y errores en la vida de los adolescentes
y la virtud de los padres de saber escuchar a nuestros hijos y se muestra
optimista ante la nueva generación.
Se despiden de la brisa suave y
primaveral hasta el próximo encuentro que será ir de tapas por las bodeguitas
del barrio gótico una noche de verano.
Maribel Fernández Cabañas
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