Transeuntes
De vuelta a casa después de mi
necesario paseo al atardecer lo veo todo más bonito.
En mis paseos por las calles cercanas a los restos de la muralla, he
podido observar cómo vive la gente que va de paso: unos se sientan en una
extensión de tierra con bancos a hacer un descanso con sus mochilas, yo me
siento también en otro banco vacío a contemplar las piedras que permanecen
intactas desde la época romana. Este remanso de tranquilidad entre calles
atestadas de transeúntes, como yo, que vamos mezclados entre la gente, unos con
sus bolsas de compra, otros con sus móviles haciéndose fotos.
Dejo el resto de muralla y me
adentro en Puerta del Ángel con sus famosas tiendas de marcas comerciales y tan
globalizadas que en cualquier ciudad del mundo existen ( Geox, Desigual, Zara
…) y claro para mí eso no tiene encanto, sólo que voy a descambiar la blusa que
me compré hace una semana por otra que me combine mejor con el pantalón nuevo.
Para llegar a la quinta planta
cojo el ascensor, ahí nos encontramos una masa humana de unas diez personas,
una ancianita en su silla de rueda lavadita, peinadita y asistida por una mujer
que resopla mostrando su cansancio, un chico entrado ya en los 30 con su
perrito como el de Tintín y una bolsa grande de papel dorado, parece feliz con
lo que muestra tener. El calor del ascensor es molesto y la anciana de la silla
de ruedas cada vez que paramos en una planta pregunta con un hilo de voz:
─ ¿ya salimos? ¿Ya salimos?
Claro es normal que en las tardes
tan pobladas de esta gran ciudad, una cuando llegue a su casa se sienta contenta,
pues son preferibles estos 16 metros de terraza desde donde escribo y corre el
aire y veo los árboles moverse y a mi Nina la perrita mirar por la baranda .En
definitiva estar un ratito sola conmigo misma. Eso sí con mi blusa, que esta vez la he comprado
blanca que combina con todo.
Maribel Fernández Cabañas