Ella estaba flotando desnuda en
una colchoneta inflable azul celeste, tumbada boca abajo en una pequeña piscina
de agua salada. Sentía su cuerpo con toda la sensualidad rebosante porque sabía
que su amor deseado estaba cerca, echado en ropa interior en una de las camas
de las habitaciones del hotel rural, donde el destino les había hecho coincidir.
Con ella estaban sus dos íntimas amigas, viajeras, alegres y solteras de su
juventud, que la conocían bien y sabían lo que para ella significaba coincidir
con este antiguo amor.
La animaban a que entrara en la
habitación, ella prefería esperar sabía que él tenía esposa y dos hijas, él también
sabía que después de haber pasado quince años y por las cartas que se escribían,
sabía que ella también estaba casada. Pero la llama de la pasión podía más que
todos los compromisos adquiridos durante esos años. Ellos seguían conservando
sus esbeltos cuerpos, ella suavemente excitada y enamorada dio el primer paso.
Salió de la piscina y fue a la habitación de él, donde las caricias, el amor
pasional seguía intacto y todo su ser se colmó de dicha. Luego, cada uno, entre
besos y recorriéndose la piel, se juraron que ese amor sería eterno y que en
ese o en otro lugar se volverían a amar.
Maribel Fernández Cabañas
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