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Un paseo


Que bien me sentó salir de casa. Paseé entre una masa de turistas y autóctonos por las calles abarrotadas, unos llevaban el plano en papel y preguntaban por un punto de la ciudad al que querían llegar, hablaban en inglés, ruso, francés...

Otros con el GPS del móvil iban andando y viendo en la pantalla el Maps Google en el que se veía la imagen virtual del plano de las calles. Algunos parecían conocerse bien la ruta, iban con la botella de whisky a los sitios de marcha del Paseo Marítimo y del Puerto.

Por mi parte lo que buscaba era arquitectura, sabía que cerca estaba el edificio de Correos, también la Basílica de Santa María del Mar y la estación de Francia.

Seguí andando y me adentré por unas estrechas calles ya conocidas.

  Que alegría me dio  comprobar que una desembocaba en la Catedral del Mar, entré y disfruté de todo su esplendor:

 Columnas alrededor de la nave larga y espaciosa, llena de bancos para sentarse a rezar. Silencio. Un oasis de gente ordenada, formal y silenciosa. Un párroco dando misa. El olor a incienso. La cera de las ofrendas y peticiones a los santos. Una mujer joven con  cara amable y sonrisa amistosa me ofreció su mano dándome la paz. Yo se la pasé a los del banco de delante y a los de atrás.

Para terminar, una voz angelical cantaba el  Ave María de Schubert:

                               Ave María
                            Gratia plena
                            María, gratia plena
                            María, gratia plena


Maribel Fernández Cabañas





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