El
día en el que a Nancy se le cayeron los dedos de la mano, el mundo se le vino
abajo, lloraba desconsoladamente─ ¿Qué
haré ahora, yo que sólo se coser y cortar?─¡ Seré una inútil me tendrán que
mantener!─¡Yo quiero seguir siendo la costurera del pueblo búa, búa…!
Yo,
la muñeca Pepona (amiga inseparable desde la infancia y más reposada que ella)
tomé distancia emocional y empecé a pensar cómo resolver el problema.
─
¡Ya está tenemos a Manolo el manitas del pueblo!
Enseguida,
Manolo, cogió el superglú y las manos de Nancy quedaron medio compuestas ” de mírame y no me toques”.
Seguí
indagando a ver qué posibilidades tenía para sentirse útil e independiente.
Al
cabo de una semana definitivamente le dije: Entraremos en la Residencia de
muñecas tullidas, y empezaremos una vida nueva y diferente: Nos dedicaremos a
viajar y allí nos lo harán todo.
─
¿Pero si yo nunca me he movido del pueblo?, dijo Nancy sin entusiasmo.
─
¡Venga que Manolo llegará pronto a recogernos, haz la maleta, le ordené a mi
amiga!
Cuando
atravesamos Los Llanos, La capital de la
provincia. Nancy estaba entusiasmada ─¡
Que catedral más bonita! ¡Y el rio bajo el puente!
─
¡ Quiero bajarme del coche y verlo todo!
─Nancy
aquí nos traerán de excursión otro día, que ahora nos están esperando, le dije.
Cuando
llegamos a la Residencia le presenté a todas las compañeras que estaban en sus
coquetas
habitaciones, con las camitas bien hechas.
Algunas hacían las comiditas en los
cacharritos de aluminio, al fuego de la cocina de gas. Nos pusimos a ayudarles.
Luego
en el amplio comedor de mesas pequeñas con mantelitos de florecillas rosas, nos
sentamos a comer y nos despedimos de Manolo. ─¡Vendré siempre a veros, por si
hace falta algún arreglillo!, dijo diciendo adiós con la mano.
MaribelFC
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