El
día que se me cayeron los dedos de la mano, el mundo se me vino abajo.
Compartía habitación con mi amiga Pepona
y ante mi desesperación y desconsuelo, lloros y gritos.
Ella
muy calmada dijo: ─¡¡Nancy cálmate vamos a buscar una solución!!
Conocíamos
a un amigo manitas y este enseguida cogió el superglú y mi cuerpo de muñeca se armó por completo,
claro que tuve que dejar mi profesión de
modista.
Y
Entré en el internado de muñecas tullidas donde enseguida me aceptaron
abiertamente, mi amiga Pepona me
presentó a todas las compañeras en sus
camitas y habitaciones coquetas y nos hacíamos las comiditas en nuestros
cacharritos de aluminio, al fuego de nuestra cocina de gas.
Una
mujer venía todos los días a limpiarnos las habitaciones, la cocina, baños, salas
de estar, y gimnasio y los domingos en un autocar nos llevaban a la sesión de
tarde en los cines del pueblo más grande de la comarca.
Hasta
conseguí olvidarme de mi vida pasada y ser medianamente feliz con mis dedos
postizos.
Maribel
Fernández cabañas
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