Me acuerdo cuando me empezaron a salir las tetas yo buscaba sujetadores
en el doblado, sujetadores de mi madre y les ponía relleno.
Con mis primas del pueblo nos enseñábamos las tetas y una de mis primas
y yo teníamos el pezón invertido.
Cuando engordé en el internado y me compré un sujetador, me miraba en el
espejo de mi madre, que era el único que había en la casa y mi hermana me decía
que era una tetona, que me quedaba mal la blusa. Menos mal que mi madre me levantaba la
moral y me decía que saliera a pasear que iba muy guapa.
Mi abuela no dejaba a mi madre hablar de sexo y yo aprendí más de las
amigas, que me llevaron al mundo de las compresas y los tampones. A mi padre le
gustaba leer y tenía medio escondidos dos libros de vida conyugal y sexual, la
que se los leía era mi hermana.
Recuerdo también cuando iba a
casa de mi prima la de Montijo y entrabamos en la oficina de su padre, ella
cogía libros de sexualidad y maternidad y los leíamos a escondidas.
Yo tenía reglas dolorosas y lo que hacía era irme a andar a ver si se me
pasaba el dolor y más tarde mi madre me acompañó a un ginecólogo conocido y me
mandó un medicamento.
Pasaron los años y una ginecóloga
de Sevilla me habló del condón y de las pastillas anticonceptivas.
Recuerdo en el pueblo que jugábamos a tocarnos jugando a médicos y
enfermeras en un rincón del corral donde no nos vieran los adultos.
Y basta que hablar de sexo estuviera
prohibido para que hubiera más interés. En la actualidad hay más información y
menos sexo.
Tiempos de tapujos y tapadillos, con el irresistible olor a lo prohibido. Besazos, amiga
ResponderEliminarMe alegra tu comentario me anima a seguir escribiendo. Un abrazo muy grande querida mía
EliminarTal como lo cuentas, ocurría, yo creo que para la mayoría de las niñas. Supongo que a los niños les pasaría también.
ResponderEliminarMe hace mucha ilusión tu comentario y mas viniendo de tí querida Tuciliana. Un abrazo inmenso
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