La habitación de
mi tía nos estaba vetada a los niños, en ella dormía mi tía la soltera y tenia
muebles robustos del siglo XIX.
Un día entré vi
joyas y el ropero lleno de trajes y ropa elegante, me aventuré a pedirle una
blusa negra con lunares blancos y me dijo que cuando cumpliera quince años me
la regalaría.
Me fui al
internado y allí cumplí los quince años y me llevé una gran alegría cuando se
presentaron mis padres y mi tía en el coche del cura del pueblo.
Y sí mi tía
cumplió con su palabra y me regaló la blusa.
Pasaron los años empecé a trabajar y a ella le compré una
blusa blanca con lunares negros.
Qué misterio encerraban aquellos armarios antiguos colocados en habitaciones en penumbra. Buen detalle el intercambio de blusas. Un abrazo grande, querida amiga
ResponderEliminarQue alegría me das con tu comentario amiga querida. Un abrazo inmenso
ResponderEliminar