Por nochevieja nos juntábamos en alguna casa vacía de los abuelos de
algún amigo. Comprábamos litronas, ron, coca cola y muchos aperitivos: Patatas
fritas, cortezas, aceitunas…
En una de las salas de la casa estaba el radiocasete y la música lenta
era para los que tenían pareja y los que no teníamos, bailamos como en una
discoteca con la música marchosa.
Era una noche especial y nuestros
padres nos dejaban llegar tarde.
Me di un atracón de aceitunas que mezcladas con la coca cola me sentaron
fatal.
Lo peor de la noche era cuando llegaban algunos machitos que no habían sido
invitados y por miedo a que nos estropearan la fiesta los dejábamos pasar. Uno
de ellos traía el caldero para ofrecerse voluntario y hacer la lumbre y las
migas en el corral.
Y cuando llegábamos a casa mis padres se
empeñaban en que teníamos que ir a misa de año nuevo y fuimos por agradarlos.
Luego toda la mañana durmiendo.
Leo tu relato y pienso en los estómagos que se tienen cuando se es joven y digiere hasta la dinamita... luego el tiempo pasa y se vuelve, como en la primera infancia, a las papillas. Buenos recuerdos, amiga querida. Un abrazo grande.
ResponderEliminarMe alegra mucho tu comentario , un abrazo muy fuerte amiga querida.
ResponderEliminarPero... ¡que nos quiten lo bailao! Ja, ja, ja...
ResponderEliminarMe alegra de que te haya recordado los buenos tiempos. Un abrazo.
EliminarQ bien lo pasábamos en esos guateques M.Bel me acuerdo de ellos con añoranza..un abrazo amiga
ResponderEliminarHola amiga me alegro mucho de que hayamos estado juntas. Un abrazo fuerte
EliminarMadre mía. A nosotros nos hacía las migas el primo Paco Pinilla. Y aguantábamos hasta que se hacía de día. Gracias por hacer que recordemos esos momentos. Un abrazo.
ResponderEliminar¡ oh! Charo que ilusión tenerte por aquí .Un abrazo grandote.
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