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LA FLAUTA DULCE


       Me acuerdo de Luís el de Mérida compañero de Magisterio de cuando vivía en una habitación con derecho a cocina en casa de Dª Carmen.

       Lo que más me gustaba era la ducha e irme a la azotea a secarme el pelo al aire.

       Luís quedaba conmigo para practicar el examen práctico de la flauta dulce.

       La profesora de música nos había adelantado las canciones infantiles de las que nos iba a examinar y Luís y yo pasábamos las horas interpretándolas.

Tantas veces las repetimos que yo me las aprendí de memoria y aprobé.

       Recuerdo lejanamente a la profesora, era mayor y me hizo entonar todas las notas musicales y me felicitaba por la entonación.

Luis se fue a trabajar a Madrid y no he vuelto a saber de él.


                                               Maribel Fernández Cabañas

                  

YOGA

 

       Alicia se reunía cada quince días para hacer yoga en el parque de la Ciudadela un parque lleno de jardines con césped, eran un grupo reducido todos con el tatami que a modo de colchoneta tendían en la hierba y un cojín para las cervicales.

       El parque estaba tranquilo entre semana y los fines de semana no cabía un alfiler.

       Volvía a su casa en bicicleta con Ricardo que estaba haciendo un curso para tener el diploma de fisioterapeuta y el le contaba que había sido un mal estudiante y que ahora de mayor en cuanto se sacara el título su abuelo le dejaría en herencia un local donde podría ejercer.

       Pasaron los meses y Ricardo dejó las clases de yoga sin despedirse de nadie.

       Y un domingo que Alicia fue al parque se encontró con un grupo que estaban bailando pasodobles y reconoció a Ricardo que estaba bailando cuando terminaron el baile Alicia se acercó a saludarlo y este le contó que había tenido una trifulca familiar y que se iba a Francia con un amigo para empezar una nueva vida.


                            Maribel Fernández Cabañas

 

 

ABANICO

 

       Había una vez una señora que tenía un abanico y le echaba aire a todo el que se le acercaba y a Lucía también.

Ella tenía una hija, amiga de Lucia, que la acompañaba y se veían una vez a la semana, aunque hiciera frio o calor.

       Esta vez se sentaron en la terraza de un bar a comer buñuelos de bacalao y paella. Había más mesas, una de ellas era una familia muy grande con abuelos, bisabuelos, nietos y biznietos. Lucía los escuchaba y le traían buenos recuerdos de una tía de su pueblo.

       Paseaban por alli, japoneses, franceses y abuelos…también indigentes con pelo grasiento que se acercaban a pedir comida y a estas pobres personas le dieron una botella de agua fresca y un bocadillo y se pusieron muy felices con una sonrisa de agradecimiento.

También pedían el abanico, pero este era mágico ya que se movía solo con un soplo y exclusivamente en las manos de su dueña.

                                                                                 

                                                              Maribel FC

RECUERDOS DE LA LABORAL DE CÁCERES


       El primer año tenía en la habitación una compañera asturiana que era muy divertida, recogía la ropa de la lavandería y sin doblar ni nada la tiraba en su armario de madera al lado de las literas.

       Cuando nos duchábamos en una sala grande de duchas y lavabos con espejos a ella se le oía cantar “Juanita banana se mea en la cama jajaja y su madre le dice cochina marrana jajaja” y yo me tronchaba de risa.

       También cantaba” lalalalá, yo canto a la mañana que me ha visto crecer y canto al día que me ha visto nacer…

       Y por la noche venía una educadora apagando las luces de todas las habitaciones y cuando nos escuchaba hablar entraba en la habitación con una linterna y nos mandaba a dormir.

       Por las mañanas a las siete sonaba la alarma para despertarnos y llegar pronto al comedor antes de que lo cerraran. las clases empezaban a las ocho y media y el desayuno era pan con mantequilla y café con leche.

       Y lo mejor era la merienda que nos daban chocolatinas.

       Y es que cantando los males se espantan

                    

                               Maribel Fernández Cabañas

VERANO MIL NOVECIENTOS SETENTA Y SEIS


       Recuerdo que íbamos a la parcela de mi padre desde el amanecer hasta el atardecer, poníamos nuestro esfuerzo entre los campos de maíz ya crecido.

       Del abono que se le echaba a pesar de llevar pantalón largo, camisa de manga larga y sombrero se nos quedaba todo el polvillo amarillo en la piel y cuando hacíamos un descanso nos íbamos al riachuelo a refrescarnos y a coger cangrejos americanos que luego nuestra madre nos los prepararía para cenar.

       También cogíamos tomates con guantes de goma y los echábamos en cajas y por cada caja que cogiésemos nos daban un dinero y con ese dinero comprábamos ropa.

       Para comer mi madre nos había preparado la fiambrera con chorizo, tocino, queso y pan y mi padre hacia el gazpacho en el sombrajo de caña donde los mayores echaban la siesta y comíamos también tomates con sal y aceite o melones recién cogidos.


                                         Maribel Fernández Cabañas

LA META

 

LA META

       Desde bien temprano se oían los tambores Lucía bajó a la calle y en su puerta estaba la meta de la carrera popular, gente de todas las edades y de diversas nacionalidades, ella que es muy andarina se puso a andar a ver si encontraba una cafetería para desayunar, imposible todas llenas y los camareros no daban a vastos. De vuelta encontró una mesa libre en una terraza y por fin consiguió el objetivo.

        En el suelo había una bolsa con el anagrama de la carrera y la mujer de la mesa de al lado gritando llamó al camarero para que se encargara de la bolsa, el camarero no la escuchó bastante trabajo tenía él y ella seguía protestando a gritos.

Lucía no la miraba y seguía con su desayuno.

       Al rato llegó un familiar y la llamó por su nombre y le dijo que no gritara y se fue con ellos.

        Sin ella pudo escuchar a un grupo de venezolanos que se reían contando historias de una familia de su país que vivían en una casa de cartón.

       Cuando Lucia llegó a su casa en el portal había un hombre durmiendo en una casa de cartón.


                                      Maribel FC

HUMANIDAD


       Las guerras y los genocidios del mundo las agravan los políticos que sólo quieren el capitalismo, también la ceguera de las religiones solo hace falta que sigan las protestas en la calle.

        Y que los gobiernos dejen de pensar en el dinero y sean más honestos y que con todo el sueldo que tienen lo dejen de cobrar y que ser político no implique tener un sueldo para eso están las personas bien formadas académicamente cada una en su faceta sean los que lleven a cabo los trabajos que necesita un país para tirar adelante.

       Y ahora más que nunca hay que estar unidos para parar el genocidio y que la humanidad brille más que las banderas.

                                        Maribel FC