Recuerdo que íbamos a la parcela de mi padre desde el amanecer hasta el
atardecer, poníamos nuestro esfuerzo entre los campos de maíz ya crecido.
Del abono que se le echaba a pesar de llevar pantalón largo, camisa de
manga larga y sombrero se nos quedaba todo el polvillo amarillo en la piel y
cuando hacíamos un descanso nos íbamos al riachuelo a refrescarnos y a coger
cangrejos americanos que luego nuestra madre nos los prepararía para cenar.
También cogíamos tomates con guantes de goma y los echábamos en cajas y
por cada caja que cogiésemos nos daban un dinero y con ese dinero comprábamos
ropa.
Para comer mi madre nos había preparado la fiambrera con chorizo,
tocino, queso y pan y mi padre hacia el gazpacho en el sombrajo de caña donde
los mayores echaban la siesta y comíamos también tomates con sal y aceite o
melones recién cogidos.
Maribel Fernández Cabañas
¡Cómo pasan los años y cómo cambian las vidas! Pero la memoria guarda siempre intactos aquellos recuerdos de tiempos llenos de sol y ratos felices. Un abrazo inmenso, amiga.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tu comentario mi querida amiga. Un abrazo de mucho cariño
ResponderEliminar¡Qué delicia y privilegio, un tomate recién cogido con sal! Mi padre también los sembraba. Tu recuerdo, ha evocado el mío y se me ha hecho la boca agua. Un abrazo fuerte.
ResponderEliminar¡ Oh ! mi querida Tuciliana , me alegro mucho de que mi relato te haya llevado a tu memoria .Un abrazo de mucho cariño.
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