Antes de cocinar.
Ir el día anterior a por todos los ingredientes a la
frutería y a la carnicería, al atardecer
de un día caluroso de verano. Ir pensando por el camino en los buenos tomates
maduros que voy a comprar y en la buena salsa de tomate casero que voy a hacer.
Cruzar unas palabras con los pocos vecinos que aún quedan en este barrio,
porque la mayoría están de vacaciones.
Algunos me cuentan que sus hijos o hijas ya han vuelto de
campamento, yo que mi hijo también. Otros que a su perrito lo han tenido que
llevar al veterinario por unas diarreas. Otra vecina viuda me dice que me ha
traído unas postales de su viaje a Croacia y que le ha gustado mucho, postales
que me van trayendo los conocidos para mi colección.
Y cuando llego a la carnicería están cerrando y decido irme
al centro comercial que cierran a las diez de la noche.
Allí compro la carne, los tomates y las cebollas. No son tan
maduros ni tan frescos y la carne es menos gustosa, pero primer paso hecho.
Por fin llego a casa mi marido y mi hijo, que se están
comiendo una pizza, se extrañan cuando me ven con el carrito de la compra:
─¿ A estas horas vienes de comprar?
─ ¡Que aproveche!,
les digo y me siento a cenar con ellos que están hablando de fútbol, tema que
no me interesa y les confirmo:¡ Mañana para comer haré carne en salsa de tomate
!
─¡Bravo e invitaremos a la abuela!, dijo mi hijo.
─¡Y yo freiré unas patatas! Finalizó mi marido.
Maribel Fernández Cabañas.