Despertar 1.
Salgo de la más pesada oscuridad de los sueños donde un
camarero me decía que le debía una moneda de cinco céntimos y yo por más que
buscaba en mi monedero no encontraba y era un agobio. Estaba en un lugar
desconocido entre una mujer entrada en años que se paraba, ya que sus piernas
no seguían el paso ligero de su hija… y me despierto atolondrada. Pero me pongo
el chándal, recordando aun las caras de los personajes de mi sueño.
Subo las persianas y veo la suave luz del amanecer, cojo las
llaves y me voy con mi perra a mi calle donde me da el fresquito de la mañana
otoñal y puedo ver a los japoneses desayunando fruta, bizcocho y tostadas con
mantequilla en el hotel de al lado. Contemplo la luz y los colores del cielo:
el sol saliendo con su resplandor dorado entre las grises nubes… Y entonces se
me pasa todo: me siento ágil, ligera decidida, alegre reconfortada, como nueva
para seguir el día.
De vuelta del paseo, ya en mi portería, una joven vecina que
va muy maquillada me da los buenos días sonriendo y acaricia a mi perra, yo le
respondo y nos decimos adiós sonrientes.
Una vez en mi piso,
desayuno un zumo de naranja y una tostada con mantequilla y le echo el pienso
y el agua a mi perra. Acto seguido, me
paso por el aseo donde estoy un buen rato. Me pongo guapa, pero con una blusa
negra y un pantalón de tergal gris y me voy de nuevo a la oscuridad de un
entierro.
Maribel Fernández Cabañas.