“Tengo que”
Salgo de la cama medio dormida. Me visto, me pongo
las zapatillas y me voy a andar, antes de que aparezca en mi mente un “tengo
que”:
─ ¡ No, no quiero escucharme! .Me digo a mi misma.
─ ¡A andar que son las siete y hace buen tiempo!.
Estamos en septiembre: fresquito, pero no frío: ”Tienes
que”( pienso). No nada, ¡A andar! (me repito), y salgo de mi casa.
Ya una vez en el paseo marítimo observo los grises y
rosas del cielo lleno de nubes y el sol escondido, dejando entrever una luz
color amarillo-fuego.
Gente andando que respira aire puro, pero
contaminados por lo que va diciendo la radio a través de sus auriculares.
Oigo el ruido de las olas y como las saltan los de
las tablas de surf, ataviados con sus trajes de neopreno, y el silencio de los pescadores
aficionados, que en los espigones por los que voy pasando, han echado sus cañas
al mar.
Y curioso, cuando paso delante de un montículo con
matorrales, que separa una playa de otra, una mujer entrada en años, con unas
bolsas del supermercado en una mano y un bastón en la otra, deja sus bolsas en
el suelo, se sube las faldas y se pone a hacer pipí y es que a cierta edad es
cuando, aunque tarde, uno es más libre y pasa de todo hasta del “qué dirán”.
Ya despierta vuelvo a casa, me meto en la ducha y cuando
me estoy acicalando delante del espejo, me digo a mi misma:
─¡Tengo que pasear a la perra!. Y son las ocho de la
mañana.
Maribel Fernández Cabañas.
Tengo que decirte, querida amiga, que no es un mal ejercicio hacer lo que dice la protagonista y tomarse un tiempo, para retomar luego nuestros quhaceres.
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