Tengo muchas
actividades que me dan la vida. Una de
ellas la que practico una vez cada tres años: Es ir a ver a los míos del Sur, a
los de mi pueblo.
Allí visito, en primer lugar, a mis padres, que están en el
cementerio: Les pongo unas velas grandes de color blanco marfil, y mientras las
enciendo voy pensando en ellos, en los recuerdos tan buenos que me han dejado,
en esos años que compartimos por esas tierras extremeñas. Luego les pongo dos
ramitos, uno para cada uno como personas distintas que eran. Aunque yazcan en
la misma tumba, ramitos de flores blancas de un blanco inmaculado con ramitas
verdes, de un verde sedoso que acaricia el tacto y un suave olor a mañana
fresca de invierno. Leo las palabras de despedida que les dejamos sus seis hijos”
Siempre estaréis vivos en nuestros corazones” y unas lagrimitas húmedas brotan
de mis ojos y un suspiro de mi corazón. Pero enseguida me repongo y paso a la
alegría de contarles con mi mente que pueden estar orgullosos de sus hijos y de
sus nietos, que son alegres, trabajadores y buena gente y los despido con un:
¡Me voy a casa de Julio, el hermano mayor!. (Que es el único que queda en el
pueblo).
En casa de mi hermano,
una casa grande nueva con un salón en el que cabe de todo: dos sofás una larga
mesa camilla y una chimenea de leña. Mi hermano, mi cuñada y los niños nos
reciben con abrazos y con un desayuno a base de tostadas con cachuela de la
matanza del cerdo.Más tarde, cuando
quiero ir a dar una vuelta por el mercadillo a ver con quien me encuentro, ellos me
acompañan y allí me encuentro con mi prima Aurea de apariencia tranquila, pero
que no para en sus actividades y se alegra orgullosa de mi y le dice a María la
del lagar, que se para a saludarme y comenta que tengo acento catalán : claro
mi prima Lucía lleva ya veinte años en Barcelona.
–¡Oh veinte años! y
estás igual que la última vez que te vi, guapa y delgada.
Y así, van sucediendo los cuatro días que permanezco en mi
pueblo: llenos de encuentros espontáneos y halagadores y cuando llego a mi
hogar Barcelonés mi corazón está lleno de los piropos y arrullos de mis salaos
paisanos.
Maribel Fernández Cabañas.
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