De escribir
Salir con la pereza de abandonar el
confortable hogar: El ruido de la lavadora que me auguraba ropa limpia y olor a
detergente floral, también el hacer la compra en el supermercado donde otras
señoras jóvenes como yo compraban para tener la comida a punto para la una del mediodía, hora en la que nuestros pequeños hijos vendrían a casa a comer y a jugar con
toda libertad un rato en el parque o en la playa, hasta las tres que empezarían
de nuevo la escuela.
Dejar todo esto a medias para atravesar en metro media
ciudad, cruzando la gran plaza de los robustos edificios de los emblemáticos
bancos como el Banco Exterior o el de Bilbao con su reloj marcando las 9:30 de
la mañana y la palomas abordando todo el
espacio libre de la circular Plaza de Cataluña con la estatua a Frances Macià y
otras femeninas de venus desnudas con sus cabellos enredados en diademas de
flores…
Adentrarme en el ruido de los
coches o el barullo de los transeúntes y las ruidosas maletas que arrastran con
ilusión los turistas hacia su hotel.
Sí, salir de casa me costaba y a base de esfuerzos por dejar el hogar al
que estaba tan apegada cada miércoles llevaba hecho un relato que después de
atravesar la plaza y sentarme con mi dinámica profesora que me leía unos temas
sobre el tiempo, el tono o el espacio en el relato y que yo absorbía con avidez
en una sala silenciosa de un piso
antiguo de ese bullicioso centro de la
ciudad, me fui abriendo paso en el mundo ajeno a mi casa y me fui acostumbrando
a dejarlo todo hecho el día anterior. Todo mi hogar funcionando a buen ritmo el
día antes para los miércoles encontrar un nuevo hogar en clase de escritura
creativa donde me proporcionaban apuntes que me abrían al mundo de la imaginación
para luego escribir historias en el transcurso del tiempo mientras la lavadora sigue dando sus vueltas.
Maribel Fernández Cabañas
Ole esa capacidad que tienes de encontrar tu mundo a la vez que contemplas lo cotidiano!!!.Un beso
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