Historia romántica
Julia siempre iba andando a todas
partes, por las mañanas se iba a la Facultad donde estaba haciendo el curso
puente para maestros, ella vivía en el centro. Y por las tardes trabajaba de
maestra en una escuela de Educación de Adultos, llevaba a un grupo de mujeres
de alfabetización y tenía un buen método para enseñarlas y mucha vocación de
maestra. Así es que las horas con el grupo- clase se le pasaban volando.
Todo le pasaba volando a Julia, por esa época salía con un jovial y buen
compañero de clase, Paco, quedaban para
estudiar, para ir al cineclub de la
facultad de medicina, ir a conciertos y salir con su pandilla de clase.
Y ¡cómo se querían!, unas veces
en el piso de Julia, otras en el de Paco se tumbaban en el colchón japonés del
salón, ponían el equipo de música… Él le acariciaba la larga melena y con sus
dulces y amorosas manos. Le acariciaba todos los sentidos.
De sus cuerpos desnudos surgía un baile de
atracción mutua y siempre con la sonrisa,
no sólo en la boca sino en la forma de mirarse. Unidos en el deseo y en la
química, que explosionaba hasta fundirse cuerpo a cuerpo.
Un día Antoñita, una alumna de Julia
que vivía muy cerca y que siempre al cerrar la escuela de adultos hacían el
camino juntas le dijo:
─Julia te encuentro
diferente. Estás como en una nube ¿Acaso estas enamorada?
Y Julia le contesto que sí
.
─ ¡Cuánto me alegro
mi niña! Ya nos invitaras a todas a la boda.
Pero el destino lo cambió todo:
Paco se fue trasladado a otra provincia y allí se dedicó de lleno a trabajar en
su especialidad, Educación Especial, en un colegio al que le dedicaba todas las
horas del mundo. Hacía cursos de perfeccionamiento para mejorar en su labor
didáctica.
Un día que venía de noche en coche, de asistir
a un curso, en una curva mala perdió la
vida. A Julia la llamó la hermana de Paco informándola del sepelio.
Julia no asistió, prefería echar
su dolor con sus dos intimas amigas llorando y suspirando. Las amigas le ofrecieron que se mudara a su
piso y allí con la amistad, que florecía cada día como una rosa, Julia se fue
reponiendo.
Cuando al cabo de unos días la
vio su alumna Antoñita, en la escuela de adultos, le dijo:
─
¡Julita tu estas muy desmejorada! Esta noche te vienes a cenar a mi casa
que tengo unas judías verdes con jamón que despiertan a un muerto.
Julia siguió con sus clases y con
sus buenas alumnas mayores. Con ellas
tenía la sensación de que recibía más de lo que daba enseñando.
Maribel Fernández Cabañas
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