Mi primo Argimiro le escribía cartas de amor a Loli la del lunar
bonito y decía que era su novia y que se iba a ir con ella de viaje, en
aquellos tiempos que casi nunca se viajaba y que casi nadie de mi pueblo tenía
coche.
Recuerdo a Loli. Era presumida, guapa,
provocadora, de labios pintados en un rojo fuerte con el pelo largo, liso,
moreno y de tez muy blanca, con un atractivo lunar entre la cejas. Loli vivía
en la calle de la Era que no era de tanto estatus como la calle Alta donde
vivía mi primo. Yo intuía que a mi primo le faltaba algún tornillo pues cuando
yo iba a su casa a visitar a mi tío Grego, su padre, éste siempre me recibía
alegremente y me daba de todo lo que tenía y se tomaba con humor incluso las desgracias y tenía muchos animales en su
corral algunos eran muy queridos( los
gatitos) y los tenía en su falda mientras veía la tele. Y qué bonito todo, qué
ordenado y que suaves. Mi tío tenía tractor y mucha maquinaria agrícola,
también tenía un Citröen 2CV y luego tuvo un mil quinientos. Era de los pocos
agricultores de su generación que sabían conducir, la mayoría utilizaban el
carro y las mulas para ir al campo a trabajar y para moverse al pueblo de al
lado el autobús.
Mi tío quería y
se dejaba querer , cuidaba mucho de mi primo Argimiro y cuando este pasó por
una mala época en la que todo le molestaba y que no hacía nada más que comer y
fantasear con que se iba a hacer rico
criando conejos gigantes, él permitió que los comprara y que los cuidara. Pero
a mi primo le entró un afán desmesurado por ellos. Se pasaba el tiempo en el
corral con los conejos a los que ningún primo nos podíamos acercar y le daba
voces a su hermana. Yo lo recuerdo así a mi primo Argimiro.
Loli, el amor de
mi primo, se esfumó con el apestoso olor a conejos gigantes que desprendía él,
que detestaba el agua y el jabón tanto como los gatos y no había manera de que
se metiera en la ducha, como bien le repetía su hermana.
Maribel Fernández Cabañas