Me he levantado de madrugada cuando se han
acostado los búhos ( mi marido y mi hijo). Y en cuanto he visto la casa tan
desaliñada, me he puesto a embellecerla, para sentirme a gusto.
Es domingo, da gusto estar en la terraza.
Hace quince grados y moviéndome con la
escoba y la fregona tengo calor.
Aún no ha
amanecido y en cuanto se apaguen las farolas y se abran las primeras luces del
amanecer saldré a la playa, con mi pastor alemán, a pasear por la orilla oyendo
el romper de las olas, y el paso ligero de algunos deportistas.
Luego, más tarde,
abrirán la panadería de mi barrio, el quiosco de prensa y la cafetería y
empezarán a levantarse los vecinos, hasta la eclosión del medio día. Es entonces cuando el paseo marítimo parece un
hormiguero de gente venida de distintos sitios de la ciudad y vuelvo a casa
para comer entre familia en el mesón ‘El
abuelo”, en el tranquilo barrio de unos
amigos.
Maribel
Fernández Cabañas
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