La pequeña María vivía en un
pueblecito de las Islas Baleares alejada de su querida tía Elsa a la que sólo
veía los veranos.
La pequeña María había nacido
berreando en los brazos de su madre.
De bebé sus padres la dejaban un ratito con la
tía Elsa en el parque, tía Elsa que vivía en el mundo de los libros y los
cuentos y los paseos tranquilos contemplando la luz tenue del amanecer en el
mar turquesa de Mallorca o las puestas de sol anaranjadas y con olor a
almendros secos del cálido verano en la isla, llevaba a la pequeña María a su
regazo y la mecía en el porche donde tenía la antigua mecedora de nea y le
cantaba canciones de cuna fuera la hora que fuera, noche día ,daba igual. A tía
Elsa le gustaba el silencio o los acompasados vaivenes de las olas al romper o
los armónicos sonidos de Brans” Buenas noches mi amor te quiero cantar, tu cuna
al mecer tu cuna la llorar y después dormirás y te despertarás en un sueño de
paz”
Pasaron los años y la pequeña María
llamaba por teléfono a su tía Elsa la cual le contaba cuentos por teléfono que
ella escuchaba con devoción todos los domingos al mediodía, cuentos como El
gato con botas o Los tres cerditos.
Más tarde, cuando la pequeña María ya sabía leer, tía Elsa le
decía: preciosa léeme un cuento de los que tienes de tu escuela y le leía
cuentos de una cabrita y de una planta mágica y tía Elsa la entretenía un
ratito, aunque no que fuese en directo.
El teléfono les permitía estar comunicadas con las letras.
Maribel Fernández Cabañas