Hace muchos años había una familia que era
muy feliz con cualquier cosa.
Los
días de invierno cuando granizaba, la madre les decía a sus hijos coged granizos
del patio y echarlo en un vaso y con el granizo y zumo de limón los niños
disfrutaban tomándose un helado cosa inusual en invierno.
En el pueblo sólo se vendían helados en verano, además nadie tenía
nevera.
Pasados muchos años llegó la nevera y con ella
los polos de Cola Cao con leche: Se echaba Cola Cao en un cazo con leche
caliente, se removía al fuego para diluirlo bien, luego se repartía por el
molde de hacer cubitos de hielo y al congelador.
Cuando se empezaban a helar se colocaba en cada cuadrito del molde un
palillo de madera y a esperar hasta poder degustarlos y repartirlos entre todos
los niños y mayores, nadie se privaba de aquellos pequeños caprichos que
ayudaban a la felicidad.
Aquellos sabores de la infancia... con qué poco éramos felices. Un abrazo con aromas a ColaCao
ResponderEliminarGracias por tu comentario querida amiga
EliminarEsto es como la magdalena de Proust.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, sí es esa técnica. Un saludo
EliminarEs cierto que es muy fácil ser felices y con lo que cuentas lo demuestras. Bonitos relatos. Un abrazo, Maribel
ResponderEliminarGracias Agustín por tu comentario me anima a seguir escribiendo, un fuerte abrazo
Eliminar¡Cómo me gusta leer estas cosas! Lo agradable que vivimos en nuestra infancia, va con nosotros siempre y tú lo sabes plasmar muy bien. Un abrazo, gran contadora.
ResponderEliminarGracias querida Tuciliana me alegra tu comentario. Un abrazo de letras
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