Alicia recuerda con alegría sus días de la infancia, vivía en un pueblo
pequeño que tenía muchas barreras donde había una huerta, un convento en ruinas
y en la huerta había una alberca con una noria que movía el agua y servía para
regar las verduras y los naranjos de Don Pepe, él de la huerta, tenía unas naranjas
nave con mucho zumo.
En
la época de las naranjas sus padres la mandaban a por naranjas con el burrito
de su abuelo y el recado se alargaba en el tiempo porque ya de paso llenaban
los cántaros de agua y los subían a las aguaderas.
Los
niños se iban montando en el burrito, pero no era tan fácil porque daba coces. Cuando
le tocó subir a Alicia saltó por detrás y se enganchó con un hierro que tenía
el cincho y le salió sangre. Ella sin decírselo a sus padres, cuando llegó a
casa se puso agua oxigenada y se lo curó.
Cuando se enteró su madre la llevó al médico y le pusieron la vacuna del
tétano y es que las madres se enteraban de todo, aunque los niños lo quisieran
ocultar.
¡Cuánto avío hacían estos animales! El relato, una delicia.
ResponderEliminarMe alegra tu comentario me anima a seguir escribiendo. Un abrazo grande querida Tuciliana
EliminarHola Maribel, soy Rafael García Arana, muy buen relato y como lo narras con detalle y elegancia.
ResponderEliminarQue alegría Rafa yo te aprecio mucho, gracias por tu comentario un abrazo grande
EliminarAquel tiempo sin horas de la infancia...burritos, naranjas y agua clara. Un abrazo grande, Maribel
ResponderEliminarAquellos días sin horas de la infancia... burrito, naranjitas, limones y agua clara. Un abrazo grande, Maribel
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