Hace muchos años que yo estaba de luto e iba cada tarde a casa de Angela,
antigua vecina que me enseñaba como limpiaba y luego congelaba los pimientos y calabacines.
Me enseñaba los pajarillos que tenía en su patio y las plantas, ella me
escuchaba y me daba cariño que era lo que yo necesitaba.
De pequeña esta vecina y sus dos hermanos vivían en la calle Madrid con
sus padres y yo vivía al lado en casa de mi abuela y por las noches nos
sentábamos en la calle a tomar el fresco porque en Extremadura hacía mucho
calor en verano.
También
teníamos buena relación con otra vecina viuda muy hacendosa, me gustaba verla
haciendo la masa de albóndigas con carne picada, ajo y perejil.
Ya de mayorcita nos cambiamos de domicilio. Ella a una calle corta donde
había una peluquería donde mis hermanas y yo nos cortábamos el pelo y al salir
entrabamos en casa de Angela y nos preparaba unos huevos fritos con pimentón de
la vera.
Los padres de Angela además de la casa del pueblo tenían una casa de
labor al lado del rio Guadiana donde cultivan maíz y por las tardes nos íbamos
andando por el camino de las acequias y nos convidaban a café con leche y
perrunillas, que son unos dulces típicos de Extremadura. Nos dejaban ver las
gallinas e incluso nos daban huevos.
Llevo ya muchos años en el Norte, pero los recuerdos del sur no se
borran, son los de mi infancia y adolescencia.