Recuerdo el pajar de mi abuela materna allí dormían y comían las mulas.
Las gallinas correteaban por el
corral junto a los patos y alguna oca.
Eran ocho de familia los hombres se dedicaban a cultivar la tierra con ayuda
del mozo.
Las mujeres a cocinar, coser y bordar, también les llegaba una revista
de moda, elegían modelo y la costurera les hacía los trajes.
Con el carro y las mulas acompañadas del mozo iban a Villagonzalo a
pasar unos días de fiesta con una prima y se montaban a caballo con el traje de
flamenca.
A mí lo que más me gustaba era hacer teatro en la bodega con mis primos
y hermanos, nos disfrazábamos e invitábamos a los vecinos y les cobrábamos
algunos céntimos por entrar.
Me recordó el pueblo y mi niñez, muy bonito.
ResponderEliminarMe alegra mucho que te haya gustado, un abrazo grande paisana
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEa, ahora nos sorprendes con el suspense, je, je... ¿Por qué les gustará a los niños tanto eso de disfrazarse y hacer teatro?
ResponderEliminarTus comentarios son siempre bienvenidos querida Tuciliana, un abrazo inmenso
EliminarUn relato que casi se huele... a pueblo, pajares y tardes de costura. Me encanta el título. Un abrazo grande, amiga
ResponderEliminarGracias por captar la esencia de mi relato amiga querida. Un achuchón
Eliminar