Luis
Luís, hijo único, había sido educado por su madre y el padre
había ocupado un lugar secundario.
Desde bien pequeño su madre lo llevaba a todas partes donde
ella iba: a escuchar la radionovela con
las vecinas o a hacer la compra.
−¡ Luisito siéntate aquí en esta sillita baja!, le decía su
madre, mientras ella tomaba café y pastas con las vecinas y reían y lloraban
según el capitulo. Luisito se quedaba quieto y no rechistaba
Otras veces era ir a
la carnicería y mientras su madre pedía tres filetes , apaños para el cocido y
medio kilo de chuletas de cerdo y hablaba con el tendero de las últimas
noticias del barrio, Luisito miraba desde los cristales de la puerta como los
otros niños de su edad jugaban a la pelota y el oyendo a su madre charla que te charla con el carnicero
y con las otras mujeres que esperaban su turno sin ninguna prisa.
Luisito sólo tenía para respirar por sus propios pulmones
los veranos, que era cuando su madre se quedaba en la capital y a el lo mandaba
al pueblo con su abuela, la cual lo dejaba corretear a sus anchas y jugar con
los niños de allí.
Por eso Luís vivía durante el año amarrado a las órdenes de
su madre y en verano disfrutaba de lo que era la vida propia de su edad.
Hasta que llegó la hora de ponerse a trabajar, porque su
forma de revelarse contra la autoridad materna fue no estudiar. Así escasamente
llegó a sacarse el Certificado de Escolaridad.
−¡Como no hay manera de que estudies, mañana mismo te pongo
a trabajar! le dijo su madre al cumplir los catorce años.
La madre lo puso a trabajar de botones en un hotel y cuando
cobró el primer sueldo Luís estaba ilusionado: se iba a comprar un tren
eléctrico. Pero su madre le dijo: este dinero lo guardo yo bajo llave en esta
caja, para cuando te cases con una chica de su casa y me des nietos.
Luís, aunque contrariado, siguió en su trabajo y así iban
pasando los días con mucha rutina y sin parar de mover maletas de los clientes.
Su madre contenta, porque ganaba dinerito y recibía propinas que ella le
administraba para que saliera los días que le daban fiesta. Uno de esos días conoció a una chica en un
guateque y ella le aseguró:− contigo volveré a quedar, me gustan los chicos
trabajadores.
Luís un día la llevó a que la conociera su madre para
presentarsela como su novia. La chica puso la mesa y fregó los platos , lo cual
causó una grata impresión en la madre:
−Es una chica limpia y ordenada como yo, no te la dejes ir.
Estas visitas se repitieron y la madre y la chica empezaron
a planificar….Tanto que al cabo de unas semanas estaban buscando piso de
segunda mano… lo restaurarían entre todos para que saliera mas barato y luego
una boda como Dios manda, por la
Iglesia.
Luís pasó pronto por un divorcio, del que nadie sabe nada.Y
se dijo a si mismo que −¡Ahora a
disfrutar de la vida!.
Se fue de vacaciones a Ibiza, hizo
cursos de actividades en la naturaleza y allí
conoció a gente que le hicieron ver que la vida es para vivirla libremente.
Conoció a una chica con la que vivió sin necesidad de casarse. El aprendía a tocar
el piano, ella pintaba cuadros impresionistas y andaba descalza por la casa y
con un vestido vaporoso de gasa fina…
Luís aprendió inglés y ascendió de categoría en el hotel. Así
siguieron, los dos juntos, conviviendo a pesar de la desaprobación de su madre
que no paraba de criticar a esta nueva mujer porque: −¡Es una hipy sin
vergüenza!, decía alterada.
Pero Luís con su nueva mujer se puede mostrar como es y ya
no necesita ir los veranos al pueblo, es libre todo el año.
Maribel Fernández Cabañas.