El ambiente.
Llamo a un conocido de hace años que trabajaba de decorador
y le pregunto por unos cursos de inglés a los que iba su hija y me dice que eso
era antes de la crisis. Que el ahora vive en la miseria y tiene que ir a comer
a la residencia de ancianos donde está ingresada su madre, que allí por un poco
de voluntariado le dan la comida y la
cena.
Voy por mi calle y veo a hombres africanos detrás de un
carro del supermercado, recogiendo hierros y trastos de los contenedores que
luego venden en chatarrerías.
Paseo a mi Nina y en las casitas de madera del parque
infantil, duerme un negro joven ,que al levantarse hace gimnasia y me
pregunto:¿ dónde comerá?
Y en el barrio del Raval, allí se amontonan los indigentes
en la rambla con el pelo sucio y greñas .Sus tobillos y pies están mugrientos como las chanclas que
calzan. Llevan bolsas de plástico con su
enseres( comida y botellas de cerveza ), se amontonan en corrillos tomando el
sol y hablando, sentados en un banco y los acompañan sus perros.
Lamento todo esto, hace años eran sólo los pedigüeños de las
iglesias y los limpiaparabrisas de los semáforos o los tullidos rumanos con un
cartel de cartón que decía “pido una limosna para mis hijos, soy invalido”.
Lamento que los
gobernantes no aumenten las ayudas sociales, es indigno.
Pero mi amigo no sufre dice que él no ha perdido la alegría
de vivir y que con ver a su hija estudiando y a su madre contenta en la
residencia, que está dispuesto a seguir , que aunque se
haya quedado sin trabajo tiene algo que no se lo puede quitar nadie: son las
ganas de vivir.
Maribel Fernández Cabañas.
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