Aquella noche de
julio en Sevilla, Rosa sudando no había pegado ojo.
Por la mañana se
fue a la biblioteca de un barrio pijo, a cinco paradas de bus del suyo,
buscando aire acondicionado.
A ella no le
interesaban los libros llevaba sus cascos puestos escuchando música.
En la fresquita biblioteca se puso a leer revistas.
A las
dos de la tarde, la biblioteca silenciosa como como una tumba y la voz del bibliotecario:
”Despierte que vamos a cerrar”.
Rosa estaba con la cabeza tumbada encima de la mesa y de las revistas.
¡Menos mal que
no roncaba!
MaribelF.C.
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