Aquellos primeros años de los talleres de
escritura coincidí con Leticia, nueva compañera.
Ella,
era la única que sabía sacar el mensaje que yo quería transmitir en mis
textos. Con su voz suave y firme, hacía un gran comentario sobre lo que yo
había leído en voz alta.
Sentí mucho que dejara el taller,
pero a la vez me alegré por ella.
Iba a pasar a cursos más avanzados en una
escuela de escritura y la animé. Nuestra correspondencia no faltó y su encabezamiento:
─¡Hola, amiga!
Me ensanchaba el corazón.
Era justo lo que yo necesitaba: Una amiga
cercana con mayúsculas. Una amiga a la que abrirme.
Cuando ella se fue, propuse que nos siguiéramos
viendo todas las del grupo para un café literario, una vez al mes. Qué alegría
que Leticia aceptara, a pesar de sus muchas ocupaciones.
Han pasado los años, el cariño ha
crecido entre nosotras, y nuestros encuentros permanecen aunque caigan chuzos de punta
MaribelFC
No hay comentarios:
Publicar un comentario