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LA HABITACIÓN DE AUXI




Eran los años setenta, teníamos quince años, estábamos en una de las habitaciones del internado, la habitación de Auxi, una andaluza que nos enseñaba a bailar y a realizar los pasos de las canciones del folklore de su tierra y así desconectábamos de las clases y de las horas en las salas de estudio.
Con los brazos preparados y todas de uniforme, nos poníamos en el estrecho pasillo, que dejaban las literas, a mover los brazos en jarras y los pies dando saltitos coordinados, mientras Auxi cantaba a voz limpia, a la vez que bailaba con gran salero este tanguillo de Granada:
Niña asómate a reja
Que te tengo que decir
Un recadito a la oreja.
El recadito consiste
Que no te quiero de veras
Y el beso que tú me diste
Te lo vengo a devolver.
Después, otra compañera de Cuenca abría un paquete que le habían mandado sus padres por Correos y ¡Que ricos los huesos de santo y buñuelos! Los repartía entre el grupo de diez que nos habíamos juntado y los degustábamos alegremente.
Y así pasábamos las tardes de invierno. Otros días llegaba, a la Habitación de Auxi, una chica de C.O.U. y nos enseñaba a fumar, a este grupo que no le habíamos dado en nuestra vida una calada a un cigarro.
Ella venía muy lanzada con su paquete de Ducados y: ¡Clase de aprender a fumar!, decía. Recuerdo que tosíamos, dábamos arcadas… Todo por ser más mayores, como ella.
Estos eran los buenos ratos en la Habitación de Auxi, pero en la habitación que a mí me había tocado el primer año, estaban dos asturianas y una extremeña y de vez en cuando entraba una amiga suya que quería que yo me cambiara a su habitación. Era la mandona de Juana.
Juana ,la chica de la habitación de al lado, que simpatizaba mucho con las de mi habitación( todas éramos del mismo curso y nos habían distribuido en las habitaciones por orden alfabético) .Sí, Juana insistía en que yo me fuera de mi habitación a la suya pero yo prefería lo malo conocido, que no era tan malo ,y les decía: Esta es la habitación que me ha tocado¡ y de aquí no me muevo!. Sólo que se metían con mi ropa porque la suya era de marca y la mía era barata.¡ Pero también de marca! y me la había comprado mi madre expresamente para que yo fuera guapa al internado.
Sí, Juana estaba con Candela una chica que tenía cuerpo de hombre, medía dos metros , estudiaba en voz alta y tapándose las orejas con los pulgares y el resto de los dedos de la mano sosteniéndose la cabeza. Y a mí me gustaba estudiar en silencio y no oyendo a nadie repetir como un loro lo que estaba leyendo. Además tenía una mancha morada que le tapaba media cara. Cuando estudiaba por las noches con la linterna, porque las educadoras nos mandaban  a apagar las luces, a mí esta chica me daba mucho miedo.
Pero yo, estos miedos me los guardaba para mí solita y a ellas cuando me insistían un día tras otro para que me cambiara por Juana, yo les repetía  lo mismo: Esta es la habitación que me ha tocado¡ y de aquí no me muevo!.
Y en cuanto podía, me iba a la Habitación de Auxi con los embutidos extremeños que mis padres me habían mandado de la matanza del cerdo y a ellas no les daba.
Maribel Fernández Cabañas.






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