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MARÍA ANTONIA

 

   Hace muchos años érase un niño llamado Rubén asistía cada mañana a la misma hora a clase particular con una maestra especializada en corregir la lateralidad cruzada de todos los niños de su pueblo, un pueblo situado en un monte desde el que se veía en su valle un río poco caudaloso.

   Todo empezó un día en el que  los padres de Rubén le pidieron  a la maestrilla que si le podía  dar clases porque estaba en tercero de primaria y había suspendido todo menos religión entonces la joven maestra que hacía un año que había acabado los estudios les preguntó sabe leer y escribir y los padres contestaron que no entonces la maestra que había hecho cursos de especialización les dijo con mucho optimismo que venga Rubén a mi casa lo antes posible porque no hay tiempo que perder y sinceramente les digo que no aprobará en septiembre porque esto es un proceso que requiere calma y les recomiendo que el niño vaya primero a este psicólogo que es el que me ha dado a mí el curso para reeducación de la lateralidad.

   Un psicólogo pero eso es grave y mi hijo no está mal de la cabeza y a la maestra en paro después de mucho insistir  por el bien del niño lo consiguió y se fue con Rubén y sus padres en el bus de línea a la consulta del psicólogo allí en la primera sesión le hizo preguntas a todos y un test hablado con el niño a solas y lo derivó a un neurólogo.

    Al cabo de un mes supieron los resultados y tenía falta de mielina en las células y tenía que tomar una medicación.

    Pasó el verano y el niño empezó la escuela para que no perdiera la socialización  de estar con el grupo clase y a media mañana salía el colegio para seguir a reeducación con Elsa la maestrilla.

   Elsa vivía en la parte baja del pueblo y Rubén en la alta el niño se recorría todo el pueblo montado en una burra llamada María Antonia y cuando le parecía se bajaba de ella y se quitaba los zapatos y los tiraba en algún tejado de una casa hasta que llegaba a la clase particular  dejaba a la burra atada a la ventana y entraba en clase donde  Elsa le enseñaba a diferenciar unas letras de otras con un juego de fabricación casera que habían elaborado ella y su hermana siguiendo el método que le habían enseñado en el curso de reeducación  entre ellas un abecedario de letras de lija y con ellas tenía que diferenciar con la vista y el tacto las letras b, d, p, q por ejemplo y también cuando Rubén prestaba atención componían frases .

   Había otro juego que era como un circuito de coches con todos los códigos de circulación y cochecitos de juguetes y el niño tenía que repetir la frase “cojo el coche rojo y lo pongo en el stop “

   Y así a base de esfuerzo por enseñar de Elsa y mucha paciencia para conseguir que Rubén atendiera en unos meses Rubén aprendió a leer y sus padres felices

   Elsa siguió  dándole clases  y le ayudaba con los deberes de la escuela hasta que se puso de lleno a trabajar en una escuela de la capital e iba poco por el pueblo. Y un día se encontró con Rubén que había acabado formación profesional pero ya sin María Antonia.

-MFC

 

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