LÁGRIMAS ENJAULADAS
Cuando Elsita vivía en la calle Wenceslao iba
mucho a jugar con la tortuga que el farmacéutico tenía en el patio. Una tortuga
grande que había puesto huevos de los que habían nacido unas pequeñas tortuguitas.
Llegó un día que don José el farmacéutico
se jubiló y se fue vivir a Salamanca su
tierra natal. El padre y el abuelo de ella le ayudaron en la mudanza y a Elsita le regaló una jaula de grillos, que sabe Dios
donde andará esa jaula.
Pasaron los años y Elsa un día
dando un paseo por el casco antiguo de la gran ciudad, con su pareja; al que le
gustaban mucho los animales domésticos como los pájaros o los peces entraron en
una tienda de animales y alli sin buscarla Elsa divisó una jaula de grillos lo
cual le alegró mucho y una noche de verano oyó a un grillo cantar y lo enjauló
pero no se comía la lechuga y murió.
Elsa que había perdido a sus
padres por aquel entonces, estaba muy traumatizada y lloró a la muerte del insignificante
animalito.
También
lloró más tarde la muerte de un pastor belga que tenían en la terraza de su
piso bien cuidado y en una caseta con forma de iglú y unas mantitas.
Lo pasó mal, ella iba a pasearlo
por la mañana y se lo encontró rígido y echando espuma por la boca. Según un
vecino no era el único que había muerto en la zona porque algún desaprensivo se había dedicado a tirar pan envenenado por
la hierba.
Elsa llamó a la policía local la cual se encargó de todo.
Ahora ya no tienen animales domésticos pero la jaula de grillos está de decoración
como si fuera una pieza de un museo y Elsa ya no quiere tener más animalitos,
porque luego lo pasa mal y ha encerrado sus lágrimas en la jaula de
grillos para no sufrir más.
-MFC