La escuela estaba en un antiguo palacio de tres plantas, por
la noche era lúgubre un día una joven maestra se quedó encerrada y tuvo que
entrar en la secretaría que era donde estaba el teléfono y llamar al director
porque no había conserje.
Tenía miedo un caserón tan grande y más sin la alegría diurna
de los niños.
Cuando el director llegó a abrirle la invitó a cenar a su
casa donde su mujer le hizo unos macarrones gratinados al horno, la maestrilla se
fue con el corazón agradecido y el cuerpo bien cuidado.
Maribel
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