En la tienda de móviles
Entré en la tienda de móviles y una
pareja jovencita de japoneses con su bebé, estaban rellenando infinidad de
papeles para comprarse un móvil y le pedían el pasaporte. Su bebita en la
mochila algo inquieta, seguramente cansada de estar en la tienda pequeña y
sofocante.
Entonces su madre la coge de la espalda de su
padre, la saca de la mochila, le da el biberón con agua y le pregunta que si
quiere volver a la espalda de papá; la niña indica con la cabeza que no, con su
carita redonda, tez blanca y unos ojos achinados negros y un pelito liso negro
a melenita y un vestido de algodón rosa.
Se notaba que ya llevaba mucho tiempo haciendo
turismo y recados por la ciudad. La madre bajita con ropa de montaña de verano
y una coleta mal hecha, atada con una goma negra, la saca en brazos a la calle y allí se quedan
esperando al padre. Mientras tanto yo, después de una hora de cola, le digo a
la chica de veintiún años de ojos azules y pelo castaño claro, que tengo
delante en la cola, que si por favor, me guarda la vez que voy a tomar el aire.
Cuando entro de nuevo en la tienda,
pasado unos escasos minutos, ya está la dependienta atendiendo a un americano
de unos treinta años. Miro y sólo tengo delante a dos abuelitos y a la chica
que me está guardando la vez, el abuelo acaba de llegar también de la calle de
tomar el aire. Y es entonces cuando un señor elegante y grueso pregunta
visiblemente enfadado: -¿Acaso no hay
aire acondicionado en esta tienda? -No responde la dependienta.- Pues deme el libro
de reclamaciones – ¡cuando llegue su turno se lo daré señor ¡ responde la dependienta
africana de unos veinte años masticando chicle y con unos grandes pendientes de
aro.
El americano acaba pronto de
hacer su gestión, los abuelos más rápidos todavía y la chica que yo tengo
delante también y se van.
Pero cada vez va entrando más
gente en la asfixiante y pequeña tienda e interviene una mujer de unos sesenta
años acompañada de su marido y con un pañuelo de lunares blancos y el fondo
lila liado a la cabeza:- mis cartas del tarot dicen que hoy aquí vamos a acabar
mal, sentencia la señora con mala baba
Yo le contesto:- No tiene por qué
ser así. El marido le hace un gesto para que se vayan y yo le cedo mi turno al
otro señor visiblemente enfadado que se pone a escribir una reclamación apoyado en un mostrador- vitrina
de cristal donde están expuestos los móviles Samsung, Nokia, etc. con etiquetas y
sus precios y sin parar de quejarse ¡no hay derecho sin aire acondicionado!
Yo que estaba deseando de irme
esperé hasta que por fin me tocó el turno, compré mi móvil y observé a la
dependienta tan joven y con tanta calma la cual iba haciendo su trabajo sin
inmutarse y me dije a mi misma: ¡La que se puede liar cuando se junta una
multitud de personas en un espacio reducido y cada uno de su padre y de su
madre!
Maribel Fernández cabañas.