En mi infancia
de hijo único disfrutaba mucho cuando
venían mis tres primos los del pueblo de al lado y jugábamos en el corral de mi
abuela y en la calle, mis primos eran hijos de mi tía Ana que se había casado
con un señor rico y este le compraba los mejores juguetes del corte inglés a
mis primos a pesar de que ellos sacaban malas notas.
Mi tía Ana a
veces me invitaba a su bonita casa y allí me lo pasaba muy bien en la hamaca
que tenían en el jardín, con su gatita negra que siempre se dejaba acariciar y
también nos bañábamos todos en su piscina.
Mi tío mandó a
mis primos a un colegio interno de
jesuitas que estaba en el pueblo principal de la comarca. Yo seguí estudiando
en el instituto y de adolescentes casi no nos veíamos porque a mis primos los
curas los castigaban sin salir los fines de semana por su mal comportamiento. No
les gustaba ni estudiar ni estar internos.
A mí por el contrario me gustaban los estudios
y quería ser maestro.
Acabé la carrera
de magisterio pero no encontré trabajo, las oposiciones por aquellos años
estaban congeladas. Estuve un tiempo en una asociación de maestros en paro y
allí conocí a Berto y a Alonso compañeros con proyectos que parecían alocados y
difíciles de realizar pero les seguí la idea. La verdad es que me contagiaron
su entusiamo.Eran lo que ahora llaman emprendedores.
Íbamos a fundar
la segunda fábrica de helados de nuestra comarca, sus familias eran pudientes y
le dieron un buen capital inicial. Con
el aval de mi padre pedí un préstamo y
aporté mi parte junto con el libro de recetas que había manuscrito mi difunta abuela en una gran libreta antigua de
las de llevar la contabilidad. Eran recetas de repostería, limonadas y helados.
Nuestra fábrica
de helados comenzó a marchar, no iba viento en popa, pero si bien. Y al cabo de
unos años nuestros helados y limonadas se repartían por todo el sur de España.
En vez de ganar amortizábamos lo que habíamos invertido, pero nos sentíamos muy
ilusionados con nuestro nuevo trabajo de empresarios- obreros; también
trabajamos en la cadena de producción.
Las ganancias
aumentaron, nuestros padres y amigos nos felicitaban pero los avaros de mis
primos nos envidiaban. Se las ingeniaron para convencer a su madre de que
pidiera la herencia de mi abuela y reclamar el libro como parte de ésta.
Mi tía Ana decía que había que repartir el ajuar, todas las
pertenencias de mi abuela y vender las propiedades. Ella además se quedaría con
los muebles de comedor y el libro de recetas.
─ El libro de
recetas me lo regaló madre en vida y lo
tiene mi hijo en la fábrica de helados. Le diré que mande a hacer una copia
para todos - Decía mi padre.
Al día siguiente en cuanto mi padre me lo contó,
mandé el libro de mi abuela a una copistería de la capital. Yo sospechaba que
detrás de esto estaban mis primos. Siempre, desde pequeños, habían sido unos
peseteros. Encargué una copia para cada uno de mis tíos y otra para mí.
Mi padre le
entregó el original a mi tía para que hubiera paz. Y lo que hicieran con él no
me importaba, nosotros teníamos ya mucha
práctica y además habíamos creado muchas recetas personalizadas.
No tardó en
haber una tercera fábrica de helados.
Nos copiaban los
helados, encima los vendían más baratos. Nuestras ventas bajaron, hasta tal
punto que yo ya no sacaba para amortizar el préstamo y tuve que dejar de ser
miembro de la fábrica y me fui a trabajar a Francia para poder pagarle al banco.
La verdad es que pronto entré de profesor de español en una escuela pero veía
injusto lo que habían hecho mis primos y allí contacte con heladerías artesanales y trabaje
en mis horas libres. Estuve un tiempo en el que no quise saber nada de mis
primos. Luego mi madre me llamo por teléfono para decirme que mis tíos habían
fallecido en un accidente de tráfico .supe por mi madre que Mis primos cerraron la fábrica y se dedicaron
a vivir de la renta. Se habían aficionado al juego y convertido en unos ludópatas
Seguí en Paris pues allí rehíce mi vida, ya no quise volver a mis raíces.
Seguí en Paris pues allí rehíce mi vida, ya no quise volver a mis raíces.
Maribel
Fernández Cabañas
Por desgracia, estas cosas pasan.
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