Como he
disfrutado por esas calles de pueblo estrechas y encementadas con las
buganvillas en las casas y las macetas de margaritas y de tréboles morados de
tres hojas.
Adentrarme en las callejuelas empinadas
que circundan la iglesia y ver pequeños hogares con la ropa tendida y sus
bicicletas aparcadas en los patios.
El buen clima marino de dieciséis grados
en noviembre acompañaba y luego subir hasta la iglesia y contemplar el puerto
olímpico y la estación de Renfe.
¡Qué vista! Todo
el mar a lo amplio y ancho a las faldas del pueblo.
Maribel
¡Qué paz y sosiego! Un pueblo de costa en otoño... Un abrazo grande
ResponderEliminarGracias por tu comentario querida María Jesús ya iremos a Masnou...Un abrazo de letras
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